Nuevamente rearmados de autoestima y en su autoestima tras el gentío que movilizaron y concentraron, los sindicatos afrontan la cuenta atrás hacia el 29 con los eslóganes de siempre, las pancartas de siempre, el ritual de siempre y el músculo de siempre. Del: “el día antes se puede desconvocar si hay rectificación y diálogo y negociación”; al: “si no hay rectificación, el 29 no terminará el conflicto”. Del: “Pan”, “Paz”, “Derechos”, “Libertad”, “Justicia”…; al: “Compañeros”, “Camaradas”… Un armamento, en suma, de embriagador y rejuvenecedor poder evocador, que el gobierno ha actualizado sin miramientos con la demoledora reforma laboral y con el prólogo, no se olvide, de una subida de impuestos ribeteada de recortes, ajustes y congelaciones. Unas medidas, en su mayoría dictadas de allí y contextualizadas por aquí, cuya inoculación fue precedida no ya de una campaña electoral opaca cuando no embustera, sino de una cándida estrategia que funcionó al corto plazo y se verá si en el medio largo: anunciar lo dura que sería la respuesta porque se sería implacable en la ejecución entreteniendo el recado con el jueguecillo del micrófono indiscreto cuando lo que en realidad hacen con el tal micrófono es usarlo para, Aguirre es maestra, decir como sin decir. Así fue como preanunciaron la huelga siendo “in péctores” con la intención de que enseguida empezase a darse por descontada; así fue como la anunciaron tal cual siendo “recién llegados”, usando como escenario el foro europeo al que así entraban pisando fuerte, con la intención de borrarle efecto al término y al concepto “huelga” con cara de “sin contemplaciones, será sí o sí”; y así fue como la activaron, posiblemente buscando una combustión rápida que agotase pronto el combustible, con aquel desafiante “extremadamente agresiva” con una doble intención: la evidente de atemorizar porque no iba a temblar la mano lo más mínimo y todos tenían papeletas para el reparto de guantazos, y la subsiguiente de que el calentón sindical derivase en declaraciones, actitudes o escenas criminalizables que sirviesen para seguir deteriorando la imagen de las centrales y que de paso, acojonando otro poquito más, las distanciase del personal.
En ese contexto, en los mismos medios de esa áspera y atemorizadora realidad los sindicatos acaban de rearmarse de autoestima y en autoestima. Han superado con éxito un nuevo autopulso y se sienten fuertes, vigorosos, en plena forma para proseguir metódicamente, según los viejos manuales, el entrenamiento para EL PULSO. Saben que enfrente tienen una roca y saben de su extrema dureza porque saben que se ha fraguado en el magma del poder absoluto. Y es precisamente por todo eso que deberían saber que quizás no sea suficiente con el pulso clásico, con el combate poder a poder, con las estrategias llamémoslas viriatecas, con (raseando del todo del todo el lenguaje) el “haber quien tiene más cojones”. No, quizás ahora no sirva sólo con todo eso. Quizás ahora debería hacerse lo que seguro no esperan los otros que pase porque ni se les ha ocurrido pensar que pudiera siquiera poder pasar con la carga de pesado descrédito que creen haber colgado de las espaldas sindicales. Quizás ahora, en los mismos medios de esta áspera y atemorizadora realidad, lo que movilice y por tanto desarme, lo que ayude y por tanto desquicie, lo que genere tantas vías de agua que hará que falten medios y herramientas para contener y reparar mientras el caudal no para de crecer, …quizás ahora sea el momento de que las centrales se conviertan en unas gigantescas asesorías jurídico-laborales que defiendan, ayuden, vigilen, denuncien, informen y formen a los millones y millones de personas afectadas de una forma o de otra por la reforma laboral. Un país (sin el “prácticamente”) en el que un tercio de sus habitantes, además, está sin trabajo, con lo que los mismos (nuevos) sindicatos deberían convertirse, también, en gigantescas agencias de empleo en tanto que disponen de los conocimientos, la información, y el despliegue humano necesario para saber dónde hay empleo, cómo hay que hacer con el sinfín de trámites administrativos o legislativos, o de qué manera formarse perfectamente para optar a él.
En definitiva, sindicatos de máxima utilidad, sindicatos de máxima utilidad de amplio espectro, sindicatos de máxima utilidad útil no sólo en el pulso entendido a la clásica y evocadora manera… Sindicatos que con nuevas estrategias y nuevas herramientas impidan que se pueda usar espuriamente la “presión social” con el objetivo de llegar a la “violencia estructural”.
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Javier Manzano