La verdad vale poco. Lo que importa es que lo que se dice parezca verosímil. Tampoco importa sostenerla. La verdad de hoy se sustituye mañana por otra y no pasa nada. Importa el ruido, el titular, el no dejar hablar al contrario, las consignas, las frases preparadas… Especialmente en política, donde no tenemos todavía una ley de transparencia, se pueden ocultar los fraudes y los responsables no rinden cuentas ni casi nunca son juzgados política o judicialmente.
La manipulación permanente de la verdad permite que quienes han sido responsables -por acción y, sobre todo por omisión culpable- de llevar al paro a más de tres millones de españoles en los últimos años se presenten como defensores de los trabajadores. De que quienes pusieron sueldos millonarios a sus amigos directivos de Cajas y empresas públicas y beneficiaron a los banqueros, se presenten ahora como paladines de lo público.
O que los que han favorecido el fraude público o no se enteraron de él, digan que hay que defender «las conquistas sociales». Permite también que quienes apenas representan a tres millones de trabajadores y viven de las subvenciones públicas, cobran de consejos de administración, han sido cómplices y han defendido durante dos legislaturas completas las políticas del anterior Gobierno, convoquen una huelga general cuando el actual Gobierno, legitimado en las urnas por más de diez millones de ciudadanos, apenas lleva tres meses en el Gobierno. Incluso permite que aprovechen el 11-M para promover una protesta sindical en el día de las víctimas. Seguramente no habría otra fecha posible.
Sucede en todos los terrenos. La presidenta de una de esas asociaciones de víctimas, Pilar Manjón, puso en duda los conocimientos jurídicos del fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce por una decisión suya sobre la investigación del 11-M y se burló de él. Tal vez Manjón no sepa quién es Torres Dulce ni sus conocimientos jurídicos, por eso es tan importante saber guardar silencio. Pero sus palabras tienen el altavoz de los informativos de TV. Objetivo cumplido.
En otro orden de cosas, el entrenador del Barcelona, uno de los mejores del mundo, dejaba su flema habitual, esa manera de ser y estar por encima de todo y de todos, para decir que «si me parezco a Mourinho, revisaré mi comportamiento», que, además de hipócrita, es algo indigno de él o muestra una soberbia mal contenida.
La reforma laboral tiene fallos que corregir, el 11-M es un caso cerrado a pesar de quienes tratan de abrirlo cada día, y ya he escrito en otras ocasiones mi (mala) opinión sobre la formas del entrenador del Real Madrid. Pero deberíamos ser un poco más respetuosos con la verdad, con nuestros comportamientos y con nuestra responsabilidad. Hay que escuchar a todos, pero no puede valer igual la opinión del que sabe que la del ignorante, la del ladrón que la del policía y la del que ha causado el mal que la del que trata de solucionarlo. La verdad merece respeto.
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Francisco Muro de Iscar