Quienes estamos pendientes de la actividad política y sus derivados, de las declaraciones de unos y otros, de las decisiones en tal o cual sentido nos olvidamos, en demasiadas ocasiones, de lo realmente importante. No quiero decir con esto que no sean relevantes las palabras de Rajoy o de Rubalcaba, ni mucho menos. Simplemente pretendo potenciar otras cuestiones que también influyen en la calidad de vida de los que estamos aquí, en la tierra y lo hace sin fijarse en fronteras, países e ideologías. Me refiero a la ciencia.
Un medicamento novedoso, el descubrimiento de la solución para un mal concreto o un pequeño paso que contribuye a calmar el dolor de un enfermo, es de tal valor humano que podríamos situarlo en el infinito. Pero de eso solo nos acordamos cuando la salud empieza a flaquear. Y cuando llega ese momento, el de la enfermedad, la incomodidad del dolor o la situación crónica del mal, es cuando se echa de menos un remedio capaz de solucionarlo.
Esta reflexión nos lleva directamente a exigir al gobierno que incremente la inversión en I+D o, al menos, que la mantenga. La ciencia necesita conservar el ritmo de trabajo, mantener abiertas las investigaciones en marcha y buscar el dinero privado, allá donde lo haya, para que el trabajo de búsqueda de nuevas vías termine en la producción de alguna empresa privada capaz de difundirlo.
Aunque el I+D no afecta solo al terreno de la medicina, nos vamos a detener en el trabajo que desarrollan unos jóvenes, Manuel Serrano y Ana Ortega, investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en la lucha contra el cáncer. De momento sus trabajos solo se han probado en ratones pero ya buscan financiación para iniciar los ensayos clínicos de una píldora que puede ser eficaz contra la terrible enfermedad y, que además, tiene otros dos efectos asociados, elimina la grasa negativa del cuerpo y alarga la vida. Si nos fijamos en que, de momento, no se han observado efectos secundarios, no se le puede pedir más.
Es evidente que no sabemos donde puede terminar esa investigación pero nos negamos a dejarlo aquí. Hay que buscar todos los apoyos que sean precisos para que Manuel, Ana y su equipo de trabajo continúen con esa observación permanente que puede terminar con las grasas blancas que se acumulan y nos someten al riesgo del infarto, que alargan la vida y mantiene en cintura a esos tumores malignos tan temidos por el hombre de hoy.
Hagamos lo posibles entre todos.
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Pedro Fernández