Tan profunda es la regresión política que vivimos, que hasta se discute el derecho de los trabajadores a la huelga, y eso que se trata de prácticamente el único derecho legalmente reconocido que les queda. Convocada en protesta por la ominosa Reforma Laboral propinada por el Gobierno, la huelga general pretende expresar algo más: la airada y radical oposición al desmantelamiento del Estado del Bienestar, a los recortes salvajes en Sanidad y Educación, al paro, a los sueldos de hambre, a la sumisión a «los mercados» y a la condena de un tercio de la población a la miseria.
Se discute el derecho a la huelga, o bien se criminaliza la convocada para el día 29 en base a su supuesta inoportunidad, que la hace incluso «antipatriótica». La propaganda, como se ve, no conoce límites. Lo único antipatriótico, en puridad, es empobrecer a los compatriotas y privarles de los derechos básicos y hasta de esperanza, pero qué no argüirían los poderosos debeladores de la democracia si esa Huelga General fuera, en vez de lo que va a ser, poco más que una gran manifestación de protesta que dura 24 horas, lo que fueron antaño, en tiempos de oprobio y explotación que creíamos superados, las huelgas generales, que no concluían sino con la derogación de las leyes inicuas que las provocaban, con la negociación y el acuerdo satisfactorio para las partes, o con la aceptación de las reivindicaciones planteadas.
La moderación de los sindicatos convocantes de la huelga general del día 29 no se ve correspondida por ese sedicente «tea party» que parece tirar del Gobierno hasta las posiciones más extremas. La de hacer oídos sordos al clamor general, expresado pacíficamente en las calles de todas las ciudades españolas, contra el tipo de política social y económica que pretende establecer el gobierno, ya coloca a éste en una posición extrema. Actuar contra la voluntad y los intereses de una parte tan significativa del pueblo español, cargar todo el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, ya es colocarse en una posición extrema. Y enrocarse en el sectarismo ideológico frente al interés general, nacional, también.
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Rafael Torres