La conmemoración del octavo aniversario de los atentados terroristas del 11-M en Madrid ha estado presidida por la división, la crispación y la confrontación, algo que desde el punto de vista de la memoria colectiva, del recuerdo a las víctimas de aquel atentado -el mayor de nuestra historia con 192 personas muertas y cerca de 2.000 heridas- y de nuestro propia autoestima como País nos tendría que hacer reflexionar. Es impensable, por ejemplo, que algo similar a lo que ocurre en España con el 11-M suceda en Estados Unidos con el atentado del 11 de setiembre contra las Torres Gemelas.
¿Por qué sucede esto en nuestro país? Quizás las causas sean variadas. Desde el minuto siguiente al propio atentado en aquella fatídica mañana del jueves 11 de marzo del 2004 se sembró por parte de algunos la semilla de la división y de la confrontación. La mala gestión del Gobierno de entonces en las horas siguientes al ataque terrorista afirmando al principio de forma taxativa que había sido ETA; el aprovechamiento que del mismo hizo el partido en la oposición alentando incluso el cerco a las sedes del PP en la jornada de reflexión; el resultado electoral del 14 de marzo que de forma sorpresiva dio la victoria a Zapatero. Todo eso hizo que se proyectara ante la ciudadanía excesiva confrontación partidista a raíz de un hecho trágico, sobre todo, para los fallecidos y sus familiares.
Posteriormente, el juicio por el 11-M no satisfizo del todo a una parte de la opinión pública y tampoco, lo que es más importante, a una buena parte de las víctimas del atentado. Lo que se ha venido en denominar la autoría intelectual del mismo no quedó determinada en la sentencia. La destrucción de pruebas claves para la investigación también arrojó dudas sobre la fiabilidad y solvencia de la misma. En este sentido, el reciente descubrimiento de uno de los focos de la explosión que permanecía guardado en un almacén de Madrid y que no fue objeto de investigación en su momento ha propiciado que el nuevo Fiscal General del Estado haya ordenado a la fiscalía reabrir la misma lo que supone retomar la posibilidad de poder conocer algunos de los puntos oscuros que la sentencia no aclaró.
Añádase a todo lo anterior la circunstancia este año, de muy mal gusto por cierto, de la convocatoria por parte de los sindicatos de una manifestación contra la reforma laboral coincidiendo con el octavo aniversario de los atentados y el resultado estaba servido. No sé si será posible, pero si al menos deseable que en el futuro todos hagamos el esfuerzo para preservar el 11-M de los intereses partidistas y/o sindicalistas y conmemorar cada año lo único que es razonable: la memoria y el recuerdo de todas y de cada una de las 192 personas que murieron en los trenes de Atocha.
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Cayetano González