lunes, noviembre 25, 2024
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Balada progre de Clooney

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Para evitar cualquier malentendido vaya por delante que la película Los Idus de Marzo, co-escrita, dirigida y protagonizada por el más apuesto doctor de urgencias es, a mi juicio, una buena película que merece la pena ver. Aunque su ritmo narrativo un tanto arrastrado resulta algo anticuado (tal vez sea una evocación) y su planteamiento de sonido es un tanto errático, cuenta de forma amena una historia humana, hasta cierto punto intemporal, sobre el poder, la traición y el deseo, encuadrada en un marco bien recreado de unas elecciones primarias.

Pero más allá de la trama y la forma de contarla, se percibe de forma muy evidente el mensaje de una élite que allá denominan liberal y que se corresponde razonablemente con la progresía de salón que anida en las almas de muchas de las estrellas de nuestro cine patrio. En efecto al final el subconsciente de Clooney aflora en los fragmentos de discurso político que el protagonista desgrana y que la película nos ofrece de forma asistemática. Esos trozos de mensaje conforman, puestos en conjunto, un acervo ideológico de todo lo que esa progresía considera bueno: el no intervencionismo militar, las energías renovables, la progresividad tributaria, la intervención estatal en la economía…

Una vez que ha quedado presentado el programa político, la historia nos muestra un personaje moralmente cuestionable que pone en práctica lo que todos aquellos que no han leído a Maquiavelo creen que se cuenta en El Príncipe. Y entonces el otro protagonista, joven idealista demócrata que había quedado fascinado por el candidato se encuentra en la encrucijada moral ¿Y cómo la resuelve? Fácilmente. La película le proporciona la coartada puesto que da por hecho que cualquier rival republicano será, cuando menos, peor persona que su candidato y, encima, pretenderá implantar un malévolo programa antisocial, retrógrado y militarista. Por lo tanto el buen progre decide que tiene que escribir recto con renglones torcidos y contribuir a la victoria de su candidato, al precio que sea, para luego hacer todo lo bueno para el pueblo (pero sin el pueblo).

Bajo la tierna apariencia naif del mensaje subyace un planteamiento tremendo, cual es la coartada moral de cierta izquierda que se llama intelectual y que considera que la política es un juego sucio con fines honestos. De ahí a la corrupción y a la desviación de poder, solo media un paso.

No se preocupen, de mensajes políticos subliminales de derechas en el cine hablamos otro día.

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Juan Carlos Olarra

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