Meses atrás mencioné de pasada estas increíbles y desconocidas construcciones, aunque sin hablar de ellas con el mínimo de profusión que se merecen. Descubiertas accidentalmente por James Gaussman, un aviador de la fuerza aérea norteamericana a finales de la Segunda Guerra Mundial, estos monumentos históricos que constituyen un verdadero misterio para la arqueología mundial luchan por mantenerse en pie ante el rigor del agua y las tormentas de arena que azotan repetidamente esta parte del gran desierto chino. En la actualidad, la falta de cuidados y la inexistente conservación de estas arcanas construcciones están provocando que su destrucción avance a pasos agigantados, lo cual resulta lamentable.
Durante años estas construcciones se mantuvieron como un secreto debido al fuerte control del comunismo sobre el territorio chino. Pero, pese a dichas restricciones, las pirámides chinas fueron nuevamente captadas por una cámara en 1994 cuando el investigador alemán Hartwig Hausdorf osó fotografiar y filmar las construcciones a riesgo de perder su vida a manos de la fuerza aérea militar china que impedía sobrevolar la zona.
Finalmente el régimen chino no tuvo más remedio que reconocer en el año 2000 que no sólo existían unas 400 pirámides en la región de Shanxi, al norte de Xi´an, sino que la mayoría de las pirámides más tardías pertenecientes a la Dinastía Xia del Oeste (1032-1227) se encontraban en un estado sumamente deteriorado por falta de mantenimiento.
Hoy en día, mientras la arcilla de las tumbas y mausoleos de la región de Ningxia apenas resiste el paso del tiempo, las pirámides ubicadas en Shanxi parecen más resistentes, y también más desconocidas. Se cree que su gran mayoría fueron construidas durante la dinastía del tiránico emperador Qin Shi Huang (259-210 a. C.) con el propósito de albergar para su descanso eterno y cerca de su tumba, a la corte imperial china.
El emperador era tremendamente supersticioso, fruto de su obsesión por alcanzar la inmortalidad y el miedo a ser asesinado. Y esa misma obsesión fue la que le condujo a la muerte. A diario se hacía preparar bebedizos y pócimas que consumía con la esperanza de prolongar su vida. Sin embargo, mientras se encontraba haciendo un viaje por la parte oriental de Chia, en busca de las legendarias Islas de los Inmortales y el secreto de la vida eterna, al parecer murió a consecuencia del alto contenido de mercurio que contenía uno de los brebajes. Efectivamente, al final le llevaron a la vida eterna, aunque no como él había imaginado.
Qui Shi Huang fue enterrado en su mausoleo, un gigantesco recinto funerario que además de su tumba, alberga cerca 400 tumbas más y los famosos Guerreros de terracota, aunque tanto la cámara funeraria como la tumba todavía no han podido ser abiertas. Lo que sí resulta curioso para una persona que aspira a la inmortalidad es que dedicó casi cuatro décadas del esfuerzo de su pueblo (participaron en ello unos 700.000 obreros) para construirse un mausoleo cuya superficie total cubre 60 kilómetros cuadrados. La base de la enigmática pirámide truncada cuenta con unos 350 metros de lado y su altura es de 76 metros, aunque se estima que hace 2.200 años llegaba a los 115 metros.
Según antiguos documentos chinos, el tirano emperador acondicionó su pirámide subterránea de modo que fuera una réplica exacta del territorio chino. Así, la gigantesca bóveda de la cámara estaría tapizada de cobre con incrustaciones de joyas que titilarían a la luz de las lámparas, simulando las estrellas del firmamento; la base de la pirámide debía ser una réplica artificial de los ríos del reino, por la que circularían mediante un mecanismo desconocido, ríos de mercurio. De hecho, expediciones científicas confirmaron que la tierra que cubre la superficie de la pirámide tiene concentraciones considerables de este metal líquido.
Qin se esmeró en dificultar el acceso a su última morada haciendo cubrir la pirámide con suelo y vegetación y bloqueando todo acceso posible a la cámara principal. Algún día, cuando los dirigentes chinos decidan profundizar en la investigación podremos descubrir los infinitos tesoros arqueológicos que pudiera albergar esta enorme construcción.
David Sentinella