«En la vida hay que tener pasiones y una de las que más atrapa es la pasión por la política que no es exactamente pasión por el poder y esto es lo que le pasa a Alfredo. La política es su pasión». Así explicaba en el Congreso de Sevilla, un socialista valenciano el hecho de que Alfredo Pérez Rubalcaba que en política lo ha sido todo, se lanzara, en aquel momento, a la competición con Carmen Chacón para, en cualquier caso, tener que gestionar un PSOE en situación de extrema debilidad.
Hoy, con las elecciones en Andalucía, se sabrá si de esta situación de extrema debilidad se pasa a una situación casi agónica. Una derrota por todos augurada sería la puntilla necesaria para que en las filas socialistas, más pronto que tarde, se reabra un intenso debate interno, un mirarse de reojo y, ¡quien sabe!, si la tentación de sacar a pasear eso que podría denominarse «nuevas caras».
Nada está escrito pero las elecciones de hoy en Andalucía tendrán, con seguridad, «efectos secundarios» en el socialismo español y será sobre los hombros de Alfredo Pérez Rubalcaba sobre los que, en primera instancia, recaiga la responsabilidad de recolocar a su partido, de sacar bríos desde la debilidad, y de reinventar un discurso que vaya más allá del consabido y viejo lema de «cuidado que viene la derecha». Sean cuales sean los resultados, eso ya no vende, se ha pasado de moda. De la izquierda moderna es justo esperar otra forma de entenderse a si mismos.
Andalucía es santo y seña para el PSOE y aun el supuesto poco probable, según todas las encuestas, de que Griñán volviera a ser presidente de la Junta lo sería a costa de un pacto caro y alto con Izquierda Unida. En cualquiera de los supuestos, Andalucía estrena esta noche una nueva realidad. Puede ser novísima si gana el Partido Popular porque significaría el fin de toda una época para esa autonomía y el primer test favorable para Mariano Rajoy. Para Javier Arenas, el objetivo cumplido después de tantos años de espera.
Si, por el contrario, se cumple lo improbable, la agonía socialista sería un poco menos dramática. Gobernar con IU a precio caro y alto no dejaría de ser una apuesta arriesgada, pero la única posible que Griñán, en ningún caso, dejaría pasar por alto. Para el PSOE , a estas alturas, el triunfo no es ganar las elecciones, sino que el PP no se haga con la Junta. Sería un respiro, pero sólo eso porque sobre los hombros de Alfredo Pérez Rubalcaba seguiría colgada la pesada mochila que supone el saber que lo ocurrido hasta el momento ha sido algo más que una derrota. Y es que las derrotas son siempre duras pero lo terrible es el abandono y algo de eso sufre hoy el PSOE que sólo desde la pasión se entiende que Pérez Rubalcaba quiera seguir en semejante maratón con semejante mochila.
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Charo Zarzalejos