Bajo la barandilla del balcón de la sede del PP en Sevilla desde la que Javier Arenas celebró ayer la noche electoral, había instalada una pancarta enrollada que no se llegó a desplegar. ¿Qué decía esa pancarta? ¿Cuál era la frase con la que Arenas esperaba celebrar esa mayoría absoluta por la que no pudo brindar? Según fuentes del PP, allí ponía: “Gracias, Andalucía”. Desde el balcón a media asta, la cita se queda para la posteridad.
A la cuarta tampoco pudo ser. Esa “victoria histórica” de la que anoche presumió Arenas es una evidente derrota, su mayor fracaso personal. Ni siquiera en las mejores circunstancias imaginables, el PP ha sido capaz de conquistar la única comunidad autónoma que aún no ha cambiado de partido en el poder desde que llegó la democracia; van tres décadas ya. Pese al paro, pese a la crisis económica, pese al desgaste socialista, pese a los ERE, la cocaína y la corrupción, Javier Arenas no podrá gobernar.
Salvo que se repita lo de Extremadura –algo muy improbable esta vez–, será Pepe Griñán quien repita en la presidencia de la Junta de Andalucía. Griñán mantiene el sur y se convierte en el dirigente socialista con mayor poder institucional: será EL barón, en singular. Su estrategia de aguantar a que la política de Mariano Rajoy dejase moratones en la sociedad ha sido tremendamente eficaz. El PP ganó al PSOE en las pasadas elecciones municipales en Andalucía por casi 300.000 votos, subió hasta los cerca de 400.000 de distancia el 20-N y ayer logró una victoria inútil por apenas 40.000 papeletas y menos de un punto de ventaja; un resultado tremendamente igualado que ninguna encuesta fue capaz de pronosticar.
Si desde la derecha se habían creído su propia propaganda y pensaban que los recortes de Rajoy no iban a desgastar al PP, ahora ya saben que no. La lección también vale para Asturias, donde los socialistas ganan por siete puntos a Francisco Cascos y están a un puñado de votos de poder gobernar con IU. Los resultados de la izquierda animan la convocatoria de la huelga general, una jornada en la que el PP se puede llevar otra sorpresa inesperada.
Ayer cambió la hora pero también el tiempo de la legislatura. El domingo por la noche también terminó la necesidad de disimular: la mayoría absolutísima del PP ya no estará limitada por el calendario electoral. Lo vamos a notar. Sin embargo, el fracaso de Arenas obligará a Rajoy a modificar parte de su estrategia. Pensaba evitar desgaste político a sus presidentes autonómicos pactando entre todas las comunidades un durísimo programa de recortes que ahora será más difícil de explicar. Si el PSOE e IU son capaces de demostrar en Andalucía que se pueden cuadrar las cuentas públicas con otras recetas, sin desmontar el Estado del bienestar, el PP tendrá más difícil de argumentar que su salida a la crisis es la única que hay.
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Ignacio Escolar