Los recientes apoyos de Jeb Bush, Marco Rubio y Paul Ryan han cristalizado la posición de Mitt Romney como candidato Republicano presunto. También han puesto de relieve sistemáticamente los límites como candidato de Romney.
Bush es el innovador legislativo conservador. Rubio es un símbolo de juventud y diálogo. Ryan es el líder de las ideas presupuestarias. Romney no sale beneficiado de la comparación en cualquiera de estas categorías.
En una campaña de escalas electorales desaforadas, drásticos giros de los sondeos e intervenciones vergonzosas, Romney viene siendo constante, organizado, tenaz y fructífero. Tiene casi garantizada la candidatura de una formación más conservadora que sus precedentes y más indignada que su estilo — un logro político notable.
Pero a estas alturas está claro que Romney no es un político innato — como lo fue Barack Obama o como lo puede ser Rubio. La política es la segunda lengua de Romney, y con frecuencia la practica de forma lamentable, con un acento añejo. Sus intenciones son demasiado evidentes, su sentido del humor se ve forzado, su intuición no es fiable.
Esto es importante porque Romney está inmerso en una batalla de comunicación cuesta arriba — una serie de desafíos que exigen de estrategia y de comunicación eficaces.
En primer lugar, tiene que manifestar simpatía por las inquietudes de la gente de a pie, sin ser realmente un ciudadano de a pie. Los defectos de Romney en este terreno llevan meses siendo evidentes, pero sus tropezones continúan. Bromea con los despidos realizados por su padre. Sigue adelante con la reforma de su casa de ensueño en California.
Pero el problema sale a la luz, no sólo en el contenido, sino en la estrategia. En Wisconsin, Romney atacaba a Rick Santorum por ser «un amigo de los sindicatos». Es un discurso de aplauso fácil en unas primarias Republicanas. Pero también es el argumento de la alta gestión, justo cuando Romney necesita aparentar ser de los de abajo. Romney ayudaría a su causa dando pruebas de tener un plan político maestro más allá del discurso para el aplauso fácil.
El segundo desafío de Romney es una defensa convincente de la reforma de lo social. Candidato que no es conocido por su audacia, ha suscrito el enfoque audaz del legislador Ryan en la reforma del programa Medicare de los ancianos y el programa Medicaid de los pobres. Ahora viene el ataque. Es un momento delicado para el candidato y para el Partido Republicano. Si Romney es incapaz de defender lo social — o si pierde los nervios e intenta cambiar de tema — ello supondrá un devastador revés político. A la sazón, también será un devastador revés político para el país, que se precipita a la crisis gracias a los demagogos de los derechos sociales.
La peor opción para un Republicano es el apoyo a medias a la reforma de lo social. El apoyo integral e incondicional de Romney también brindaría una muestra necesaria de principios y pasión. «Hay que ser un guerrero decidido», dice Ryan, «no hay que esconderse temeroso del combate». Cosa que podría ser el mejor argumento para Ryan como elección vicepresidencial de Romney.
En tercer lugar, Romney tiene que abordar su grave problema entre los votantes latinos. Podría no ser posible, en este momento, hacer más para contener los daños. Durante dos campañas presidenciales, Romney ha empleado metódicamente la cuestión de la inmigración contra los candidatos Mike Huckabee, Rudy Giuliani, Rick Perry y Newt Gingrich. La promesa por parte de Romney de vetar la ley DREAM de inmigración — legislación apoyada por 9 de cada 10 votantes hispanos — fue un error grave. Tiene escaso sentido político o moral castigar a los hijos por los delitos de sus padres, en particular cuando reciben educación superior o se alistan en el ejército.
El diálogo Republicano con los hispanos dista de estar perdido. Obama se negó a sacar adelante la reforma integral de la inmigración teniendo los votos, y los votantes latinos son conscientes de ello. Ellos se oponen a la política de la administración de deportación por la vía rápida por un margen de 2 a 1. Comparten las mismas inquietudes en materia de empleo, déficit público y gasto público que los demás votantes.
La lucha por el voto latino revela la dinámica general de las elecciones. El legislador titular es débil. Pero en las cuestiones clave, también lo es el aspirante. En lugar de una lucha de titanes, es un enfrentamiento entre heridos.
Los tertulianos tienden a exagerar las tendencias actuales, de forma que Obama es considerado invencible hoy. Pero su popularidad Gallup sigue por debajo del 50% — indicador tradicional de debilidad. La mayoría desaprueba la actuación de Obama en la economía, con la deuda federal, en la creación de empleo y en la reforma sanitaria. ¿Cuándo fue la última vez que un Demócrata estaba tan débil en la cuestión de la sanidad pública? Los estadounidenses están mayoritariamente convencidos de que el país va en la dirección equivocada. Obama va en empate contra un rival Republicano genérico esencialmente.
Pero Romney, que habla de política como antes, se enfrenta ahora a su tarea política más importante: tiene que ser algo más que un Republicano cualquiera.
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Michael Gerson