Estos días enviados españoles han visitado Las Vegas para ofrecerse al magnate Sheldon Adelson. Dos delegaciones, una catalana y otra madrileña. Ambas compiten para hacerse con los favores del “gran amigo americano” que decidirá antes de dos meses cuál de ellas será la agraciada con el premio, si es que no aparece otra por ahí, fuera de España, con mejor oferta en infraestructuras, en fiscalidad y en el terreno empresarial. Otra alternativa que nos deje con esa cara que se les queda a los perdedores. Opción que daría gusto a quienes se niegan a recibir tal cantidad de dinero capaz de crear un montón de puesto de trabajo, en principio.
Pero lejos de la especulación, Madrid se prepara para asegurarse el proyecto y conseguir que esos miles de millones de dólares vengan a incrementar nuestra red empresarial. Pero eso pasa porque las autoridades madrileñas tengan que luchar contra tres frentes. El primero de ellos, como ya ha quedado claro, competir con Cataluña, conseguir que esa inversión multimillonaria que, como diseño, aspira a crear más de doscientos mil puestos de trabajo, elija Madrid.
El segundo frente será convencer a la oposición, a Tomás Gómez y a Gregorio Gordo, los portavoces del grupo socialista y de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, que no será fácil. Y en tercer lugar afrontar las críticas y las incomodidades que crearán al proyecto y a su filosofía los grupos contarios a todo, que aparecen cada vez que se pretende incrementar cualquier sector. Ese grupo que siempre niega el camino del progreso pero que pocas veces, quizá ninguna, protagonizan una iniciativa en positivo. Esos que eligen el no como opción pero que no saben como gestionarlo, en caso de ganar.
De los tres inconvenientes que tendrá que sortear el gobierno madrileño el peor es la lucha contra la Comunidad Catalana. Si el inversor americano elije a Madrid como destino del denominado como Eurovegas, los demás obstáculos serán de menor dificultad, aunque más ruidosos.
Tomás Gómez se ha dado mucha prisa en desprestigiar la gran instalación de ocio con argumentos un tanto débiles y basados en la imaginación del líder socialista madrileño. Asegura, el Sr. Gómez, que los puestos de trabajo que se anuncian son mentira. Habla de la potenciación de la prostitución, crecimiento de la delincuencia y otras afirmaciones difíciles de demostrar porque, de momento, no sabemos lo que ocurrirá. Bastante más acertada ha estado Elena Valenciano, también socialista, más sincera y de mayor nivel político, no se ha mostrado entusiasmada pero ha reconocido que el país necesita inversión.
El proyecto Eurovegas es eso, un proyecto, una inversión que nace con la intención de triunfar y si lo consigue, quizá, la creación de puestos de trabajo sería mayor de la previsión. Si no triunfa los primeros damnificados serán los inversores. Pero esa no es la idea inicial. Es suicida invertir tal cantidad de dinero teniendo como objetivo el fracaso. Es evidente que nadie sabe con exactitud lo que deparará el futuro, tampoco Tomás Gómez. Pero si hay algo claro es la intención de quienes están dispuestos a poner su dinero en el proyecto. Nadie, ni los americanos, ni los españoles, si los hay finalmente, piensan en un futuro negativo. La iniciativa empresarial llega con entusiasmo.
Es difícil creer que los propietarios del dinero lo traigan pensando en la creación de puestos de trabajo. Tampoco para que Madrid o Barcelona obtengan unos beneficios pero, sin duda, será una condición imprescindible para que el proyecto sea una realidad. No puede existir lo uno sin lo otro.
Ahora nos toca esperar. De momento hemos conocido un dato, que a los americanos les ha gustado los hospitales que hay en Madrid, la red de transporte público como el metro, los horarios comerciales que se aprobarán próximamente, la baja deuda de la Comunidad de Madrid, la presión fiscal y la existencia de los colegios públicos bilingües. ¡Qué curioso!
¿Qué pasara con Las Vegas? Después llegarán las críticas.
Pedro Fernández Vicente-Estrella Digital
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