Han sido unos días de infarto. La crisis y las sucesivas medidas que va adoptando el Gobierno se están convirtiendo en un bucle maléfico. La prima de riesgo nos acecha, los mercados, insaciables, la bolsa cayendo en picado y todos mirando al Presidente del Gobierno.
Sabia bien Mariano Rajoy en donde se metía y para qué le habían elegido los españoles con una mayoría más que absoluta. A él no le ha ocurrido lo que a su antecesor, cuando en Mayo de 2010 no tuvo más remedio que caerse del caballo y tomar decisiones que, son seguridad, le quitaron el sueño. No hay Presidente en el mundo al que le guste recortar pensiones, subir tasas o billetes de transportes. No hay Presidente en el mundo que pueda vivir tranquilo cuando sabe que su presente y su futuro más inmediato es el continuo reclamar sacrificios a los ciudadanos y a sus responsables políticos.
Ni antes ni ahora Mariano Rajoy ha tenido piel de porcelana. Como ya se ha recordado en muchas ocasiones, ha llegado al poder «llorado», con más de una herida de «guerra» y sabiendo que España, día si y día también, es percibida por propios y ajenos, al borde del precipicio. La piel en la que ahora habita el Presidente necesariamente se le tiene que estar haciendo más dura. Lo va a necesitar para mantener el ritmo de reformas, ajustes o recortes -que cada cual elija el término- que cree indispensable para colocar a España en rampa de salida para tiempos mejores.
No tenemos un Presidente frívolo, ni improvisador, ni ocurrente. Tampoco es propicio a las exageraciones, a las descalificaciones sin matiz. Es, además, un hombre educado que cuando quiere sabe transmitir y explicarse. Por todo ello sorprendió sobremanera su airada salida del Senado dejando a los periodistas sin mediar palabra. No es este su estilo y al día siguiente rectificó en el Congreso haciendo justo lo que tenia que hacer. Hablar y explicarse.
La piel que ha comenzado a habitar en Mariano Rajoy es la piel de la lógica preocupación y de la inmensa responsabilidad que tiene sobre sus hombros. Sabe que sus medidas agobian a los ciudadanos y sabe que se le van a pedir cuentas, que la incertidumbre genera ansiedad y que el tiempo ha comenzado a correr. El «tiempo muerto» se ha acabado y la piel que habita Mariano Rajoy, de vez en cuando, se eriza, le quita locuacidad y le invita a la ausencia. Y, no. No son tiempos de ausencias. Son tiempos de disciplina a la hora de que los suyos _Gobierno y partido_ hagan declaraciones públicas y son tiempos en los que los ciudadanos necesitan de la presencia del Presidente para que tantas veces cuantas sean necesaria, explique a los españoles lo que está ocurriendo y las medidas que se adoptan.
La piel en la que habita Rajoy se llama crisis, incertidumbre, paciencia, y , además vértigo, mucho vértigo porque sabe que en sus decisiones está la suerte de los españoles. La piel en la que habita el Presidente tiene que ser, tiene que hacerse piel de paquidermo. Por su bien y por el de todos.
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Charo Zarzalejos