viernes, octubre 4, 2024
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Problemas de confianza

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La economía española tiene problemas de confianza que no se han resuelto de manera milagrosa con el cambio de gobierno, como vaticinaron los vencedores. El brutal ataque de los mercados sufrido la semana pasada ha dejado la prima de riesgo y el suelo de la bolsa en niveles previos a la última cita electoral. A estas alturas de la historia, nadie ha demostrado ser capaz de explicar de manera sensata los mecanismos que mueven a los mercados. La mejor aproximación la hizo Luis de Guindos al señalar los estrechos márgenes de maniobra: si no llegamos en el ajuste, nos atacan, y si nos pasamos, nos vuelven a atacar.

Al margen del ADN especulador de nuestros acreedores, nosotros también tenemos lo nuestro. Da la sensación de que a cada paso dado con una nueva reforma, el gobierno muestra más sus flancos de debilidad que su fortaleza. El propio Rajoy ha reconocido que han elaborado unos presupuestos que «no gustan a nadie», a los mercados tampoco, se entiende. También fue desolador el ataque de sinceridad que tuvo cuando reconoció la impotencia que se siente al comprobar que las reformas emprendidas no surten el efecto deseado en el corto plazo, que es el terreno natural en el que se desenvuelven nuestros potenciales inversores. Y no olvidemos el órdago lanzado a la Unión sobre el objetivo del déficit: el presidente lo marcó en el 5,8 por ciento apelando a nuestra voluntad soberana y, poco receptivos, en Bruselas nos ajustaron la soberanía nacional medio punto más. Si todo ello no fuera suficiente, los colegas europeos tampoco parecen estar por la labor de echar una mano. Sarkozy y Monti, por motivos electorales o de propia supervivencia, se han despachado a gusto en los últimos días contra España frente a un silencio vergonzoso del gobierno.

Pero si la confianza exterior no llega, la interior está bajo mínimos. La imagen de Rajoy huyendo de los periodistas el martes pasado en el Senado no es tranquilizadora. Tampoco ayuda que los españoles tengamos que leer la prensa alemana para conocer lo que nos espera. Aunque puede que no lo sea, el nuevo recorte de 10.000 millones en Educación y Sanidad anunciado en nota de prensa días después de dar a conocer los Presupuestos del Estado da la sensación de ser lo que Rajoy calificaba de ocurrencia cuando hablaba de Zapatero desde la oposición. Y el capítulo de promesas amortizadas ya no da más de sí: Rajoy ha subido impuestos, ha abaratado el despido y ha concedido una amnistía fiscal en poco más de tres meses, medidas de las que renegó cuando era candidato. Ahora promete un plan para luchar contra el fraude fiscal. Bienvenido sea. Pero es razonable preguntarse cómo un gobierno dispuesto a perdonar a defraudadores a los que ha sido incapaz de detectar, podrá aplicarse con eficacia en la persecución a partir de ahora. Entenderán que no confiemos mucho en ello.

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Isaías Lafuente

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