Decía una vieja y cínica consigna leninista que a los enemigos no era suficiente con liquidarlos: también era necesario desacreditarlos. En esa vía me pareció que circulaba el discurso de las dos representantes del Ministerio de Educación en el acto en el que anunciaron la subida de tasas universitarias y la intención de ahorrar (léase: recortar) tres mil millones en el presupuesto destinado a los planes de enseñanza. Hace una semana supimos que el recorte en investigación sería de 500 millones de euros.
Vamos por mal camino porque una cosa es racionalizar el gasto y otra tachar de despilfarro la propia existencia de las 79 universidades que, pese a sus fallos, la burocratización de sus estructuras y la tendencia endogámica propia de casi todas la actividades humanas, han contribuido y mucho a transformar a España en el país moderno que hoy tenemos. De ellas han salido en los últimos treinta años las promociones de universitarios mejor preparadas de toda nuestra Historia. Médicos, arquitectos, ingenieros, informáticos, farmacéuticos, etc., cuyos conocimientos profesionales son reconocidos y apreciados en todo el mundo, hasta el punto de que cientos de ellos han encontrado trabajo fuera de España. Trabajos mejor pagados que aquí.
Solo en la ciudad china de Shangai trabajan 200 arquitectos españoles; en el Reino Unido los médicos y farmacéuticos españoles se cuentan por decenas. Otro tanto sucede en Alemania donde nuestros ingenieros e informáticos son muy apreciados. Que una parte de los estudiantes no terminen la carrera es un problema serio a estudiar; pero justificar los recortes económicos destinados a la universidad desacreditándola, presentándola ante la opinión pública como un mundo endogámico sobre el que se desliza la idea insidiosa de que los profesores no investigan y los alumnos no estudian o estudian poco (se habla de los repetidores, pero nada se dice de los muchos alumnos que terminan sus carreras con matrículas de honor), me parece una manipulación de la realidad encaminada a desacreditar para justificar los recortes presupuestarios de los que nada se había dicho durante la campaña electoral; como nada se dijo, tampoco, de que los pensionistas tendrían copago de receta o que subirían los impuestos empezando por el IRPF. No es suficiente con liquidar, hay que desacreditar. Puro leninismo. ¡Quién lo iba a decir tratándose del PP!
Fermín Bocos-Estrella Digital
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