Al hilo del reciente centenario de la lamentablemente famosa tragedia del Titanic –qué medio de comunicación no se ha hecho eco del aniversario–, se ha recordado las numerosas premoniciones que hubo del desastre.
La más notable profecía fue la publicación en 1898 de “Futility or the wreck of the Titan”, una novela escrita por un autor poco conocido, Morgan Robertson. La obra trataba sobre un enorme transatlántico de 70.000 toneladas, considerado insumergible, que durante su viaje inaugural chocaba con un iceberg en el Atlántico y se hundía, llevándose consigo a la mayor parte de sus 2.500 pasajeros que no pudieron salvarse a tiempo por el escaso número de botes salvavidas. Robertson acertó prácticamente en todo, incluso en el nombre del barco, al que llamó Titán.
Sin embargo hubo otras muchas personas que afirmaron haber tenido sueños premonitorios en relación al fatídico accidente fechas antes de aquel 15 de abril de 1912. De todas ellas, una fue especialmente investigada por el Dr. Ian Stevenson y publicada en 1960 en la revista de la American Society for Psychical Research. Se trata del caso de J. Connon Middleton, un hombre de negocios londinense que había soñado dos noches consecutivas con el hundimiento del Titanic y con los pasajeros, aterrados, nadando junto a la nave. Connon Middleton había adquirido su pasaje el 23 de marzo; aproximadamente una semana más tarde, es decir, diez días antes de la fecha de partida –10 de abril–, vio en un sueño al Titanic “flotando en el mar con la quilla al aire y los pasajeros y su tripulación nadando a su alrededor”. A la noche siguiente tuvo el mismo sueño. Ante la incomodidad y el temor que le causaron dichas “imágenes”, decidió cancelar su pasaje cuatro días después –como consta en el registro de la compañía naviera–, justo cuando recibió un cable de Nueva York confirmando que podía aplazar su viaje de trabajo. Después de haber cancelado su pasaje, el Sr. Connon Middleton comentó a los miembros de su familia y a sus amigos el sueño del hundimiento del buque, existiendo constancia escrita del mismo. En el sueño tenía la sensación de “estar flotando en el aire por encima del naufragio”. Él nunca había tenido sueños de ese tipo y no los volvió a tener jamás. Aunque, eso sí, ése le salvó la vida…
Pero ha habido otros casos no menos importantes y sorprendentes de tragedias presagiadas en sueños.
En mayo de 1979, David Booth, un oficinista de Cincinnati, Ohio, tuvo durante diez noches consecutivas la misma pesadilla: él era testigo de cómo un gran avión con los colores estadounidenses levantaba penosamente el vuelo, se inclinaba súbitamente y se estrellaba en la pista, estallando en una enorme explosión de fuego y humo negro.
Cada día el sueño iba ganando en precisión. El joven de 23 años captaba con todos los sentidos aquella catástrofe. Manifestó que podía oler a combustible y sentir el calor que las llamas del incendio causaban al estrellarse el avión.
Booth presentía que aquello era algo más que una simple pesadilla recurrente y el martes 22 de mayo de 1979 decidió advertir por teléfono al aeropuerto de Cincinnati. Con los datos ofrecidos –un avión trimotor de la American Airlines y la descripción del aeropuerto–, los expertos de la Federal Aviation Authority (FAA) trataron en vano de adivinar de qué aeropuerto se trataba. Incluso la compañía aérea reforzó las medidas de seguridad en sus grandes aviones.
La noche del viernes 26 de mayo de 1979, un DC10 (trimotor) de la American Airlines se estrellaba al despegar del aeropuerto internacional O`Hare de Chicago. Murieron 272 pasajeros y la tripulación, siendo hasta ese momento, el peor accidente de la aviación norteamericana.
Jack Barker, funcionario de la FAA, se mostró impresionado por las precisiones que el joven les había dado telefónicamente, describiendo casi a la perfección el desastre. Tras el fatal desenlace, David Booth no volvió a tener “pesadillas”.
Otro caso tuvo lugar el 21 de octubre de 1966 en el pueblo galés de Aberfan. La mañana anterior al fatídico día Eryl May Jones, una niña de 9 años que vivía en dicho pueblo, corrió hacia su madre y le contó que había tenido una terrible pesadilla en la que el edificio de su escuela había desaparecido debajo de una gran masa negra que lo había aplastado.
Al día siguiente, medio millón de toneladas de carbón de desecho se deslizaron sobre el pueblo minero. El balance fue de 143 víctimas mortales, 28 adultos y 115 niños, entre ellos, la joven Eryl y sus compañeros de la escuela que desapareció sepultada.
Fueron muchos los que afirmaron haber tenido sueños premonitorios sin pensar en que se iba a producir realmente. Sin embargo el psiquiatra londinense John Barker decidió investigar el tema en profundidad y halló más de medio centenar que parecían auténticos. Un detalle curioso: las premoniciones iban en aumento a medida que se acercaba la fecha fatídica, alcanzando un impresionante pico la noche de la víspera. A partir de su trabajo, se creó la Agencia Británica de Premoniciones con el propósito de anticipar catástrofes similares y salvar vidas, aunque desgraciadamente no ha podido cumplir sus difíciles objetivos.
El origen de este tipo de sueños sigue siendo un enigma.
David Sentinella