En la antigua Roma cuando sus generales regresaban victoriosos entraban en la ciudad acompañados de un esclavo que iba murmurando a su oído: «recuerda que solo eres un hombre, recuerda que solo eres un hombre…». La frase la repetían reiteradamente mientras el general en cuestión recibía los aplausos y la rendición de honores por parte de sus compatriotas. Es de suponer que a los generales les fastidiaba, y mucho, que no les dejaran saborear tranquilos el triunfo porque la propia ciudad le recordaba a través de las palabras del esclavo que a pesar de las hazañas eran solo hombres.
Los políticos deberían de contar con alguien cercano que les recordase todos los días que son solo hombres, pero ¿quién se atreve a poner el cascabel al gato?, ¿quién quiere hacer el papel antipático de decirle al jefe que se está equivocando?
Uno de los problemas de los presidentes de Gobierno es que suelen rodearse de una guardia de corps que les aísla. Las críticas que recibe el jefe son siempre percibidas como fruto de la maldad e ignorancia de los periodistas y el deseo de desgastarles por parte de la oposición. De manera que en vez de escuchar lo que hacen es encerrarse en sí mismos como caracoles ajenos a cuanto sucede fuera del cascarón.
Al final, los jefes todopoderosos, que tantos pelotas tienen a su alrededor, suelen terminar mal. Me remito a cómo han salido del poder todos los presidentes de nuestra democracia. Hago esta reflexión pensando en que Mariano Rajoy empieza a mostrar los síntomas de aislamiento común a sus antecesores. Alguien debería de decirle al presidente que tiene que explicarse, que las medidas que está adoptando el Gobierno son de tal calado y tan impopulares que ni siquiera sus votantes las comprenden.
El Gobierno está adoptando decisiones desde el primer día, y eso es irreprochable, pero lo que no lo es que Mariano Rajoy haya incumplido parte de su programa y no solo eso, también que esté modificando el modelo del Estado del bienestar, y todo eso sin una explicación, porque lo de la herencia recibida empieza a ser un cartucho gastado.
No es suficiente con que sus ministros den la cara, lo que sin duda hay que destacar, porque es el presidente quien tiene que asumir en primera persona la explicación de lo que hace el Gobierno y por qué lo hace.
Mariano Rajoy ha ganado las elecciones por mayoría absoluta, así que tiene margen para gobernar con tranquilidad, pero ese margen no pasa porque no se den explicaciones a los ciudadanos. Me parece a mí que nuestro presidente, como los anteriores, cuando hay dificultades tienden al escapismo, lo cual es muy humano pero políticamente inaceptable.
Estos días, viendo los partidos de la final de la Champions, nos encontrábamos con que el mejor jugador del mundo, Leo Messi, fallaba un penalti dejando a su equipo fuera de la competición. Miles de personas se quedaron chocadas al ver a su ídolo fallar. Lo mismo ha sucedido con el partido entre el Real Madrid y el Bayer, sus «figuras», Ronaldo, Kaka, Sergio Ramos y el propio Casillas, sin duda todos ellos entre los mejores futbolistas del mundo, fallaron estrepitosamente. Sus rostros, lo mismo que el de Messi, dejaban de ser el de esos dioses del papel couché adorados y admirados por millones de personas en todo el mundo. En un instante, un tropezón y de la gloria a verse reducidos a simple mortales. Algo así sucede con los políticos que viven envueltos en el oropel del poder, a los que vemos lejanos, soberbios, olvidándose que están donde están porque así lo han querido los ciudadanos. Luego, un día, el traspiés, y la gente les empieza a ver como un problema en vez de como la solución a sus problemas. Es muy fácil pasar de ser dioses de papel a hombres, es lo que media entre no acertar con un penalti o simplemente con una explicación.
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Julia Navarro