El sistema financiero español, ese que hace unos años nos vendió Zapatero como el mejor del planeta al que no llegaría la crisis porque no tenía activos tóxicos, está herido y como no se dan prisa puede que sea de muerte. Las sucesivas reformas que se han ido haciendo no acaban de dar su fruto, porque no se remata ni se va a la raíz del problema. Es más, en los últimos tiempos, en lugar de ponerse al día con los fondos baratos del BCE se han dedicado a comprar la deuda pública de España, a llenar sus balances de este activo en lugar de sanearse y dar crédito.
La idea de aparcar en un banco malo los activos tóxicos, es decir toda la basura del ladrillo, parece que vuelve. Es como el Guadiana y tantas cosas que no se iban a hacer y que puede que sí se hagan. El ministro De Guindos no lo ha descartado en su última aparición en Santiago de Compostela y el Banco de España podría estar diseñando el tinglado. Da igual que se llame banco malo o lo que sea. Pero, lo que no puede esperar es el saneamiento definitivo del sistema financiero. Ayer contaba ‘El Confidencial’ que en el último año y medio los balances de los bancos apenas se han deteriorado, cuando todo el mundo sabe porque es público que la morosidad está en tasas no vistas hace años. Es decir, que no están diciendo la verdad sobre lo que esconden verdaderamente.
Sin un sistema financiero saneado que cumpla su misión de dar sangre al sistema no hay nada que hacer o poco que hacer. El conchabeo del Gobierno con los banqueros se tiene que acabar, porque si no se hace lo que hay que hacer porque están salvando al Estado con la compra de deuda y se les va a dar dinero que se haga ya y se explique, claro. Lo que no puede esperar es la financiación de empresas y familias, el gran escollo para que esto tire un poco y veamos la luz al final del túnel. Ya qué más da que hayan negado la creación de ese banco malo. Hay tantas cosas que nos hemos tragado por el bien de España que una más, si es necesaria y lo es, no importa. Lo que es vital es que se termine de una vez con este «engaño» de que la banca española es fuerte y no necesita ayuda.
Carmen Tomás