viernes, octubre 4, 2024
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Semana negra nada literaria

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Hablar de martes negro, jueves negro o de semana negra, no deja de ser un asunto ya más de superstición o literario que de política o economía. La cantidad, y la categoría, de los asuntos políticos y económicos que se han producido en esta semana aciaga, superan con creces cualquiera de las previsiones que hubieran podido hacerse con anterioridad suficiente.

No es tiempo de analistas, ni siquiera de Krugman, que construye sus hipótesis sobre la base de su condición de Nobel; ni tampoco es tiempo para los ejecutivos de las agencias de análisis financiero. Uno de ellos, sincero él, desveló en una emisora de radio que “ya no entendía nada”. Estamos, o no, al borde de la intervención. Pero, por extraño que parezca, nunca antes se habían cumplido con tanto rigor los requerimientos internacionales.

Así qué podemos atribuir al saneamiento de Bankia gran parte del desequilibrio de esta semana. Nuestro sistema financiero – el más sólido, decíamos no muchos años atrás- está bajo la inspección de agentes neutrales o de la atenta mirada del BCE. El Banco de España agota, en paradójica apreciación, su crédito. Y la bolsa cae, en picado y sin parada. Bankia pierde su valor de forma brutal. Y la gente teme por el futuro de sus ahorros, cuando el banco ya está intervenido o nacionalizado, elijan el término.

Y en Grecia, volverán a votar, seguramente, contra el euro y el rescate.

En la Asamblea de Madrid, nuestros políticos habituales se enzarzan en la búsqueda de culpables, siempre en el lado opuesto. Pero Tomás Gómez, rompiendo la inercia habitual, declara que en el periodo de gestión socialista se cometieron errores y que por eso “nos echaron”.

Nuestra economía entra en recesión y nuestras expectativas de crecimiento se diluyen. No tenemos más horizonte escrito que el de la futura subida del IVA y el anuncio de la CEOE sobre la revisión de nuestras pensiones lánguidas y atemorizadas. El fantasma del desempleo es carnoso y su peso insoportable.

La semana termina con la amenaza de comenzar de nuevo el lunes próximo. Nuestros políticos, tijeras en mano unos y reproches en boca otros, deberían detenerse un momento y sentarse a hablar. Probablemente sin luces ni taquígrafos, para poder llegar a acuerdos de los de verdad. España necesita oxigeno, y ellos son el único balón que conocemos. Ojalá reaccionen.

Editorial Estrella

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