miércoles, noviembre 27, 2024
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La transición inestable de China

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A lo mejor cuando los dirigentes chinos empezaron a hablar los últimos años del nuevo «Consenso de Pekín» y del triunfo del «modelo chino», fue una señal de que la burbuja estaba a punto de reventar. Y estamos viendo ahora esos lodos de arrogancia, cuando los líderes de China bregan con la mayor crisis interna desde las protestas de la Plaza de Tiananmen de 1989.
 
Esta vez, las maquinaciones políticas se han dado en su mayoría entre bambalinas de la élite del Partido Comunista. El titular fue la purga de Bo Xilai, el ambicioso secretario del partido en la provincia de Chong Qing. Pero la investigación de la corrupción de Bo ha reverberado por todo el entramado. La red de amistades y enchufes de Bo era tan tupida que muchos altos funcionarios del partido y militares temen verse salpicados.
 
Dado que China se esfuerza tanto por ocultar el funcionamiento de su sistema político, los profanos sólo perciben síntomas de crisis. El Financial Times recogía la semana pasada que Zhou Yongkang, uno de los principales respaldos de Bo en la comisión permanente del Politburó, había sido obligado a renunciar al control de la policía de China, el poder judicial y la policía secreta. El Wall Street Journal decía el jueves que dos altos funcionarios militares chinos, el General Liu Yuan y el General Zhang Haiyang, habían sido interrogados acerca de sus vínculos con Bo. Tales rumores circulan, totalmente imposibles de verificar.
 
En toda China, se rumorea la incertidumbre mientras las autoridades tratan de entender lo que está pasando y protegerse. Es un momento angustioso para un país donde, como observa un inversor privado veterano de China, «el objetivo entero de la cartera política es robar cuanto dinero sea posible lo más rápido posible».
 
El discurso oficial, trasladado por el Diario del Pueblo, es que la transición del poder seguirá adelante como estaba previsto este otoño, descontándose que Xi Jinping sucederá a Hu Jintao como presidente. Pero esta fachada de valentía oculta lo que los iniciados en China llaman un estado de gran ansiedad. Aunque Bo ha sido atacado por ser un «principito» hijo de la élite del partido, algunos de los miembros del Politburó que le derrocaron son también niños de papá, incluyendo al Primer Ministro Wen Jiabao y al propio Xi. El amplio abanico de objetivos de la campaña anti-Bo no está claro aún, por lo que las consecuencias son difíciles de predecir.
 
¿Qué dinámicas subyacen a estas rivalidades entre la cúpula? Se lo pregunto a Kenneth Lieberthal, miembro de la Brookings y puede que el experto más reputado de América. Él apunta tres factores que hacen tan delicado el momento actual:
 
● La cúpula china pocas veces ha estado tan claramente dividida. Los responsables del partido valoran el consenso y están convencidos de que es un factor clave en el mantenimiento de la estabilidad. Aprendieron hace mucho que si no se cierran filas, se corre el riesgo de acabar ahorcados por separado. Ese consenso esencial ahora se cuestiona.
 
● La clase media china, cuyo ascenso ha reforzado la estabilidad política, parece disgustada. Las redes sociales en China rebosan de quejas de seguridad del consumo, de la seguridad alimentaria, de la calidad del aire (descrito por funcionarios estadounidenses «lo peor») y de la corrupción generalizada. Una fuerza social fundamental está cada vez más descontenta, y la popularidad de las nuevas redes sociales amplifica este descontento.
 
● La elite china teme una enorme masa de mano de obra migrante, calculada en los 300 millones, que vive principalmente en los márgenes de las ciudades costeras ricas. Representa una fuente potencial de inestabilidad, porque se les niega la posición de población urbana, con sus consiguientes beneficios. Si hay una cosa que a China se le da bien es dar salida y gestionar la disidencia interna, por lo que habría que apostar a que Pekín mantendrá las formas. Pero cada vez es más difícil.
 
Estos problemas serían preocupantes incluso si la economía china todavía estuviera en su fase de crecimiento disparatado. Pero el crecimiento económico se está desacelerando. La balanza de China ha caído en el último año, y el banco central del país acaba de bajar sus requisitos de reserva, por tercera vez en seis meses, para alentar a los bancos a prestar más dinero.
 
¿Qué significa esta transición china a tientas para Estados Unidos? Lieberthal acierta sin duda al decir que no hay mucho que Estados Unidos pueda hacer para influir en los acontecimientos, en cualquier sentido. China es demasiado grande y complicada para eso.
 
Durante 40 años, Estados Unidos ha visto en una China pujante y estable su interés, y este interés básico no ha cambiado. Pero si la cúpula china no sabe contener la crispación actual, pueden surgir nuevas fuerzas políticas para pedir una China más abierta y democrática. Los estadounidenses están obligados a mostrar empatía, como con los manifestantes de Tiananmen. Pero el proceso de cambio podría ser tremendamente inestable: una China en evolución es mejor para todos que una China volátil.

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David Ignatius

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