La selección española en la próxima Eurocopa que comenzará el próximo día 8 de junio se merece el papel de favorito que se ha ganado a pulso y a base de buen fútbol, lo que me preocupa es que el excesivo optimismo que envuelve al equipo español en vísperas de la Eurocopa de Polonia y Ucrania, se contagie a los jugadores y se dejen llevar. Ya se sabe que en muchas ocasiones cuando un equipo parte como gran favorito, al final termina siendo la gran decepción. Ni lo queremos, ni lo deseamos y creo que tampoco va a ocurrir. Vicente Del Bosque ya está trabajando en ese aspecto para que la selección española haga de la humildad una virtud.
En este aspecto, el seleccionador es un consumado maestro y no va a permitir exhibiciones de prepotencia y de que se crean que son más que nadie. Pero el peligro, existe y me preocupa por esa aureola que corre por el entorno de la selección de ser los grandes favoritos para ganar de nuevo la Eurocopa. En verdad lo somos, pero debemos partir con la prudencia y la humildad como grandes abanderados. Sólo así podremos conseguir algo grande.
En este país nuestro tan lleno de contrastes, pasamos del pesimismo más absoluto al optimismo más exagerado. Antes de que fuésemos campeones de Europa y del Mundo, siempre que acudíamos a un gran acontecimiento futbolístico, nos la prometíamos muy felices con el papel que podría hacer la selección española. Incluso situamos al combinado nacional por encima de las previsiones más optimistas. Luego después llegaba el batacazo y la gran decepción.
También suele ocurrir todo lo contrario, que seamos excesivamente negativos. Como botón de muestra vaya este ejemplo. Después del desastroso mundial de Alemania del 2006 que a punto estuvo de llevarse de por medio al seleccionador Luís Aragonés, acudimos a la Eurocopa de Austria en el 2008. Nadie daba un euro por nosotros, y hasta se criticó con dureza que Luís siguiese como seleccionador después del fracaso de Alemania. Aquella fue una opinión unánime de los medios de comunicación (me incluyo) y mucho más de la afición española que ya no confiaba ni el Luís Aragonés ni en equipo español.
Se temía lo peor. El caso es que Luís Aragonés, pegó un puñetazo en la mesa, dijo aquello de perdido al río y tomo decisiones muy arriesgadas, que surtieron efecto en la buena convivencia de la selección y sobre todo que puso en practica una forma de jugar (no el tiki- taka, sino la posesión pero con criterio y velocidad) que revolucionó el juego de España que fue la justa campeona de aquella Eurocopa. Cuando nadie apostábamos por la selección española dio el gran campanazo y de paso cambió nuestra mentalidad.
Después llegó Vicente Del Bosque, que lejos de revolucionar al equipo español mantuvo la base que dejó Luís Aragonés, aportando unos toques de calidad que ayudaron para que la selección española fuese aun más grande y consiguiera el gran entorchado del Mundial de Sudáfrica, el gran éxito del fútbol español. Luís Aragonés fue el ideólogo y Del Bosque el arquitecto que labró el monumento al fútbol que está siendo la selección española
Por esta circunstancia, cuando el equipo español recibió el Premio Príncipe de Asturias del deporte, Vicente, con la humildad que le caracteriza y sobre todo por ese sentido de la justicia que tiene, llamó al estado a Luís Aragonés para hacerle participe del gran éxito de nuestro fútbol. Se lo merecía.
Ahora estamos en lo más alto y hay que mantenerse. Pero me da miedo que la gloría y el éxito se nos haya subido a la cabeza. España es el rival a batir y ya saben como juega. La Eurocopa de Polonia y Ucrania, será una buena piedra de toque para saber si nos lo hemos creído demasiado ó seguimos aplicando la humildad que nos llevó hasta lo más alto.
Alfonso Celemín