Los hombres son simples, y cobardes, hasta para dejar una relación, no son capaces de enfrentarse a ello. Por ello, él, mi novio durante dos años, me dejó de aquella manera, con un post it en el baño. Aquella noche se quedó a dormir, hicimos el amor y todo resultó tan perfecto como siempre, pero cuando me levanté no estaba a mi lado, me dejó sus calzoncillos sucios y se marchó. Cuando fui al baño encontré el post it “esto no funciona, siento haberte hecho daño. No me llames”. ¿Esa es manera de acabar una relación?, ni siquiera había algo de cariño o respeto después de dos años de relación y de idas y venidas. Lloré y lloré y cuando superé el tiempo de luto (dos días por cada año) decidí que mi vida iba a cambiar.
A partir de entonces no dejé de salir todos los fines de semana y como aventuras que quedan en la oscuridad, mis besos y mis atributos los probaba cada noche un hombre diferente y siempre más jóvenes que yo. Los veinteañeros, son más manejables y están menos cansados. El vigor de estos “chicos” en la cama es reconocido por casi todas las mujeres y esa manera de asombrarse por todo. Como te abrazan, como te tocan, lo hacen todo con una pasión no conocida en los aburridos maduros.
Pues dicho y hecho, nunca les llamé después de una noche de pasión, no quería nada y parece que cuanto menos quieres tener una relación, más se enganchan ellos. Creo que ha sido la época de mi vida en la que más llamadas he recibido de los “tíos” con los que me “enrrollaba”. Me acosaban con mensajes del tipo “quiero volver a sentirte entre mis brazos”, “no puedo olvidar tus pechos ni aquella noche de sexo”, “cada mañana me levanto empalmado pensando en tus muslos” (ese mensaje resultó un poco soez). Pero yo era fiel a mis creencias y nunca les contestaba ni les volvía a coger el teléfono. Era feliz, disfrutaba del sexo sin ataduras, como siempre han hecho ellos con nosotras, no pensaba más allá, en “¿funcionará?, ¿quiero que sea padre de mis hijos?», nada de eso, ¿estuvo bien la noche?, pues con eso me vale.
Además de lo divertido y emocionante que me resultaba cambiar de pareja en la cama cada noche, los cotilleos con mis amigas eran de lo más divertidos. Pero todo se complicó en la fiesta de empresa de una de mis mejores amigas. Me rogó que asistiera con ella por que se sentía incómoda con sus compañeros y llevaba poco tiempo trabajando allí.
La noche no comenzó mal, la gente era agradable, todos arquitectos de gran prestigio, cuando acabó la cena protocolaria y me levanté de mi asiento noté que el alcohol había hecho estragos en mí y no sé cómo, porque no lo recuerdo, acabamos en una discoteca de la capital y cuando me quise dar cuenta mi vestido estaba a la altura de mi cuello, mi tanga por los tobillos y me lo estaba montando con uno del trabajo de mi amiga en el baño. Tras varias embestidas y sentir su lengua por todo mi cuerpo, acabamos, entonces le miré bien y no me gustó en absoluto lo que vi, era raro, no sé como explicarlo, pero sólo tenía ganas de huir. Me puse de nuevo la ropa y salí pitando del baño de los hombres mientras él me decía “pero adonde vas, te quiero, espérame”, eso aún me dio más miedo y entre la marabunta me abrí camino a la puerta.
Cuando conseguí salir del local , le mandé un mensaje a mi amiga y como iba mirando el móvil y no al frente, me choqué con alguien. Mayúscula fue mi sorpresa cuando levanté la vista y vi a mi ex, el del post it. El reencuentro fue extraño y él no supo más que decir «¿estás guapísima, pero llevas el vestido al revés” yo al principio sentí que un escalofrío me recorría el cuerpo, pero decidí aceptar su invitación de ir a dar una vuelta. En aquel momento el chiflado que me acababa de beneficiar chillaba mi nombre a las afueras del local. El del post it y yo salimos corriendo y nos adentramos en un parque oscuro donde no había nadie, parecía que le habíamos perdido de vista.
De repente, él empezó a besarme mientras decía “te he echado de menos” y yo (que ya estaba curada) pensé “ha llegado el momento de vengarme”. Entonces nos enrollamos en un montón de besos y caricias, mientras él levantaba mi vestido y me desabrochaba el sujetador yo bajaba sus pantalones y sentía como su miembro se alegraba de verme, resultaba emocionante y muy pasional. Él me tumbó con un empujón en el césped y entonces me hizo sentir cosas que yo ya daba por olvidadas, pero que pensándolo bien, tampoco eran mejores que las del resto de mis amantes, de hecho su pene era bastante más pequeño de lo que lo recordaba. Tuvimos media hora de pasión desenfrenada y luego él se deshizo en halagos y palabras bonitas. Me acompañó a mi casa, pero no le dejé subir y me hizo prometerle que me plantearía la posibilidad de volver juntos. Yo respondí sí y según subía las escaleras de mi casa me reía pensando “espera sentado machote que te va a llamar Rita”. Un mes estuvo llamando a mi timbre, teléfono fijo, móvil, mandándome mails y ramos de flores, pero yo fiel a mis creencias, nunca le contesté. Y es que no hay nada mejor que dejar a un hombre que pruebe lo bueno y que no pueda repetir. Así sabrá que a una mujer no se la deja con un post it.
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El Rincón Oscuro