¿Saldremos de la crisis? A corto plazo, no porque no se puede. A largo plazo, tal vez, si encontramos un modelo económico que no tenemos y una economía productiva, si racionalizamos el Estado en su conjunto, si conseguimos un sistema financiero solvente y si generamos las condiciones necesarias -mercado laboral, eliminación de burocracia, acceso al crédito- para que los emprendedores puedan crear empleo.
Pero, de verdad, no saldremos de la crisis si no ponemos en marcha un sistema educativo de calidad donde prime el esfuerzo, la competencia y autoridad del profesor, donde no se pueda aprobar ni pasar de nivel sin haber cumplido las exigencias académicas suficientes y donde la escuela no sea un aparcamiento sino un reto para aprender a aprender. España sólo saldrá de la crisis si hacemos fuerte una Formación Profesional que aporte al mercado laboral los técnicos especializados que necesitan la industria, los servicios, las empresas. Sólo saldremos de la crisis si tenemos una Universidad competitiva con las demás, exigente, de calidad, de alto poder investigador donde no lleguen los que no están preparados, donde no quepan los que no estudian con esfuerzo, y donde se prime la obtención de mejores rendimientos y se penalice a los vagos. Sólo saldremos de la crisis con una I-D+ i que nos permita estar a la altura de los países más desarrollados. En tiempos de crisis, la educación es una inversión irrenunciable, la Universidad es un termómetro de futuro y la innovación es una apuesta que asegura el desarrollo y el bienestar social.
Por eso hay que defender la Universidad. Pero no la que tenemos, otra muy diferente. En España tenemos 79 Universidades, 29 privadas, 236 campus universitarios, que imparten 2.400 titulaciones de grado -muchas sin demanda-, 2.800 másteres, y todavía muchas licenciaturas para atender a cerca de 1.600.000 alumnos, que tardan de media el doble de lo razonable en terminar sus carreras y que pagan un 15 por ciento de lo que cuesta su matrícula, financiada por todos los contribuyentes y de lo que se aprovechan especialmente los que tienen familias con altos ingresos. Y muchos profesores que no cumplen su misión, pero que tienen el puesto asegurado por falta de controles serios y objetivos.
Aunque ni forma profesionales ni dialoga con la sociedad para adaptarse y dar respuesta a los retos económicos y sociales de la crisis, cada día tiene más alumnos en carreras, doctorados y másteres porque la selectividad es un coladero, porque cada año rebaja sus niveles de exigencia y porque los que se quedan en paro siguen creyendo -sólo es una verdad a medias- que la formación universitaria es una oportunidad más para encontrar trabajo. La calidad de las Universidades mide la fortaleza de un país. Por eso necesitamos otra Universidad. No basta con la excusa de Bolonia. Hay que meter el bisturí en la Universidad y acabar con los males que hacen imposible que muchos buenos profesores puedan hacer bien su labor.
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Francisco Muro de Iscar