Cuando el presidente se explica, se explica bien. Le dice el senador Valdivieso en la reunión que ha mantenido con sus senadores, que hay que hablar “así” a la ciudadanía. Y Rajoy contesta con mediciones de tiempos, que ya se sabe que en política son importantes. Al parecer Rajoy añadió que el Gobierno que preside no se examina cada media hora sino cada cuatro años. Y tiene razón.
Lo importante no es contar bien lo que algunos llaman el relato, sino hacer bien la gestión. Y dicho esto, Rajoy, con los tiempos programados que desee, debe añadir al computo de tareas para levantar nuestra economía y salir de la crisis financiera en la que nos hundimos, el valor país que es una opinión pública formada con inteligencia y con capacidad de comprensión de las dificultades. El silencio es el terreno propicio para que otros hagan demagogia y para que otros distintos pesquen en la desconfianza y el pesimismo. Ni unos ni otros tienen la legitimidad de la mayoría parlamentaria del presidente Rajoy. La manera de combatir el discurso del miedo es la claridad y la didáctica de la verdad explicada con inteligencia para ciudadanos capaces que tienen derecho a saber.
El presidente debe ejecutar su política, eso es lo primero. Y pensar en el interés general. Y puesto en marcha el proceso político debe contar con la gente, compartir el discurso y sumar a los españoles a su proyecto como corresponde a los grandes momentos de la política. Y este es uno de ellos.
La serenidad y templanza de la que hace gala el presidente no es incompatible con el discurso abierto a la ciudadanía. Hoy ha lanzado a la sociedad en el Senado un mensaje de
conocimiento, discurso, propuesta y solución de los que pocas veces se han escuchado desde que Bankia nos llevó al desconcierto.
El presidente debe hablar porque ayuda a comprender y además convence. Y mejor sería que otros muchos, callasen.
Editorial Estrella