Seis meses ha tardado Mariano Rajoy en conseguir cambiar al presidente de RTVE. Casi el parto de los montes, aunque espero que no haya parido un ratón porque no entiendo bien que, al final, haya colocado al frente del Grupo a Leopoldo González-Echenique, un Jasp que debe saber mucho de leyes del Estado y de pasta, pero que no tiene repajolera idea de un mundo tan complejo e influyente como RTVE.
Porque RTVE, y hay que dejarlo claro, sigue siendo el más fantástico grupo de comunicación de España y, por ende, la gran agencia de información de este país. Lo que, aunque no sea políticamente correcto decirlo, significa un formidable instrumento político.
De hecho, no hay más que ver el tiempo que los socialistas han retrasado el cambio… No había manera de llevarlo a cabo… Consensuar el nombre con el PSOE parecía imposible… Algo normal por otra parte. Porque menudo chollo tenían en sus manos. Rubalcaba puede ser muchas cosas (que lo es) pero no tiene un pelo de tonto. En las elecciones había perdido poder pero controlando RTVE seguía manteniendo mucha influencia en la sociedad. Y eso, a veces, es mejor que el poder, porque no lleva consigo aparejada ninguna responsabilidad. Sobre todo, cuando se tiene el partido hecho unos zorros.
Me dicen que el nombramiento de Leopoldo González-Echenique se debe a que Rajoy, obsesionado con la crisis, quiere controlar económicamente al Grupo. Y no sé yo si eso es lo que le conviene… Espero que no sea otro error de comunicación. Porque lo que necesita, de verdad, el presidente del Gobierno es una RTVE fuerte y eso cuesta dinero.
En cualquier caso, aquí de lo que se trata es de ver a quien nombra como mandos intermedios que son los que, de verdad, controlan la información. Esa es la gente que cuenta. Porque de lo que se trata es de poner en RTVE a periodistas afines en los lugares claves para que hagan lo que ha estado haciendo el PSOE durante los últimos ocho años: arrimar el ascua a su sardina, informativamente hablando.
A fin de cuentas, RTVE, como todos estas corporaciones y entes públicos de comunicación, insisto, no son más que instrumentos políticos.
El Avispa-Estrella Digital
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