Dice Montoro que «los hombres de negro no van a venir a España», lo que significa, ni mas ni menos, que no contempla el rescate con el argumento fácil de entender, pero sin matices, de que España no puede ser técnicamente objeto de rescate, porque somos la cuarta economía de la Unión Europea. Dice Rajoy que está dispuesto a perder soberanía financiera y que la fórmula pasa por la famosa Unión Bancaria que debería resolverse antes de la cumbre europea a celebrar el 28 y 29 de este mes.
Sea como fuere, estos días estamos teniendo un pequeño respiro y parece que es factible y asumido tanto por el ministro francés de economía como por el comisario Rehn la recapitalización directa de la banca europea, a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad, una de las opciones planteadas por nuestro país. Está claro que si esta opción se llevara adelante salvaría, con toda probabilidad, a España de la intervención y si además como ha cifrado Botín se nos aportaran 40.000 millones de euros los problemas del sector financiero español quedarían resueltos.
El ministro de Hacienda no ha querido dar cifras, pero si las aportadas por el mandamás del Santander son ciertas, esa seria la cantidad necesaria para sacar del agujero a Bankia, Catalunya Caixa, Nova Caixa Galicia y Banco de Valencia las entidades que han sido nacionalizadas y que se han convertido en el auténtico dolor de cabeza.
Es cierto que la cosa sigue pintando mal, que del agujero en el que estamos metidos no se sale de la noche a la mañana, pero el inicio de la semana con una disminución en el numero de parados, las bolsas subiendo y nuestros aliados europeos sumando y no restando, le han dado a un pequeño respiro al gobierno y por lo tanto al país.
El maestro Luis María Anson en su «Canela fina» de El Mundo afirma que Rajoy lo tiene claro, que no es un iluso, ni un voluntarista que lo que le caracteriza es la inteligencia sagaz y el sentido de la realidad y, añade, sin aspavientos, que si España fuera intervenida tendría que dar por amortizada la legislatura y él quedaría escabechado sin otra opción que largarse con viento fresco o convocar elecciones. Esa tesis es compartida por muchos pero, de cumplirse, se lapidaría uno de nuestros principales activos: la estabilidad política. La mayoría absoluta, con la que se corre el riesgo de apelar a los votos para creerse en posesión de la verdad y no buscar consensos, tiene en estos momentos una ventaja fundamental y nos aleja de casos como el de Grecia, tan recurrente en los últimos tiempos.
Un gobierno débil o con la necesidad obligada de buscar apoyos para sacar adelante proyectos fundamentales todavía empeoraría más la situación porque tendría que contentar a sus socios y eso, según la tradición, se resume en una sola palabra: dinero. Eso no significa en absoluto que el ejecutivo no deba buscar alianzas, o como he dicho en cientos de ocasiones que no se deban alcanzar grandes pactos de estado que ayudarán al país pero el gobierno tiene la obligación de gobernar, aunque se deje muchos jirones en el camino.
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Esther Esteban