Tengo para mí que el PSOE se equivoca al renunciar a la representación que le corresponde en el Consejo de Administración del RTVE. Por dos razones. Una: en todo organismo público son necesarios tanto los controles como los contrapesos. Dos: porque la democracia consiste en aceptar el juego de mayorías y minorías. En este registro no deja de sorprender -por lo que tiene de gesto fariseo- que el repudio que da pie a la noticia obedezca a la decisión de dirigentes socialistas que en su día, sin dejarse guiar por otro criterio que el de la afinidad partidista, nombraron a cuatro directores generales del Ente y a los sucesivos directores de TVE y de RNE, con la sola excepción de Alberto Oliart. Zapatero cambió la ley para proponer a quien quiso -que, por cierto, hizo y deshizo a su antojo con las productoras privadas amigas, añadiendo a su gestión una sospechosa deriva inmobiliaria que a punto estuvo de meter al Ente en una aventura de dudosa y multimillonaria naturaleza-. El PSOE nombró afines de la misma manera que Aznar nombró a quien tuvo por próximos al PP.
Sobre el papel, la idea de buscar candidatos de consenso, es encomiable. La realidad demuestra que la idea es mejor que los resultados porque en España, a diferencia de otros países, la política incorpora un sesgo cainita que impide el reconocimiento de méritos ajenos. Vamos, que fuera de la tribu correspondiente, no hay salvación. Hemos conocido épocas -gobernando el PSOE o el PP- en las que el comportamiento de los responsables de RTVE fue singularmente sectario; mandatos en los que los designados hacían que cobrara sentido aquél reproche de Indro Montabelli cuando decía que, por desgracia, la televisión pública era el «botín del partido vencedor en las elecciones». Otras hubo en la que las servidumbres políticas partidistas se manifestaban con menos descaro. Pero, se diga lo que se diga, quienes hemos trabajado en aquella Casa (en diferentes etapas, con distintos directores generales y bajo gobiernos socialistas o populares), sabemos que siempre hubo presiones para condicionar los enfoques informativos. También recordamos que hubo profesionales que arriesgaron su puesto de trabajo o la continuidad en el cargo para defender la exigible equidad a la hora de contar la actualidad y no hemos olvidado que no todos lucharon para defender la independencia informativa que proclama el Estatuto por el que se rige la RTV pública. Seguramente porque en la humana naturaleza está el acudir en socorro del vencedor. Volverá a suceder tras el nombramiento del señor Lepoldo González-Echenique. Esta película ya la hemos visto otras veces, aunque antes de juzgar habrá que esperar porque ya se sabe que solo la mar dice cuando un barco es bueno.
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Fermín Bocos