Inmerso en un aluvión de críticas, en la prensa y en las redes sociales, por dejar que su ministro de Economía diese la cara el día del rescate bancario de España, el presidente Rajoy decidió -al fin- comparecer ante los medios, poco antes de salir hacia Polonia para ver jugar a España ante Italia en la Eurocopa. Sin las reformas, hubieran intervenido España, vino a decir el jefe del Gobierno, que evitó hablar de rescate, a diferencia de la prensa internacional.
Conviene tener visión de conjunto, alertó también Mariano Rajoy. Y tiene razón. Pero si lo hacemos, seguramente veremos más cosas -de conjunto- de las que él reconoce, lo cual no quiere decir que no sea cierto gran parte de lo que dice. Un ejemplo: Rajoy aclaró que el rescate no afecta al déficit y en teoría tiene razón, pero sí afecta a la deuda y los intereses incidirán en el déficit. Peor todavía: habrá inspecciones sobre la banca rescatada cuyos resultados es probable que deriven en nuevas medidas de ajuste ‘sugeridas’ desde Bruselas, como subir el IVA o aplicar antes de lo previsto el aplazamiento de la edad de jubilación, sin descartar retoques en la reforma laboral. En definitiva, España como país rescatado deberá demostrar que cumple a rajatabla la política fiscal que se le ‘aconseja’.
Si a todo esto no se le quiere llamar rescate o intervención -para situarnos, 100.000 millones es casi el importe anual de las pensiones en España y dos veces la recaudación por IVA- es por el estigma asociado a tales palabras en los tres países que precedieron a España en este tipo de operaciones: Grecia, Irlanda y Portugal. Pero la realidad es la que es. De hecho, la persistencia de ese círculo vicioso llamado bucle diabólico -el que mezcla la vulnerabilidad de la banca con el deterioro de la deuda pública- ejerce una influencia dañina sobre la financiación de las empresas y, en definitiva, sobre su inversión y el empleo, como deduce el economista Emilio Ontiveros. Y sin crecimiento no hay trabajo. Sólo más pobreza, que es lo que estamos viendo. Para que vuelva el crédito también hace falta una actividad productiva sana y un nuevo modelo económico alternativo al ladrillo, que España aún no tiene. Ése es el verdadero problema de fondo, y de conjunto.
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José Luis Gómez