«Todas las familias felices se parecen y las infelices lo son cada una a su manera». De esta forma, utilizando el arranque de la novela de Tolstoi, Ana Karenina, el ministro de Justicia inició su intervención para impulsar la custodia compartida, un asunto complejo que en caso de desacuerdo deberá decidir el juez. Aunque en la mayoría de los países de nuestro entorno es un tema muy arraigado, en España tiene primacía la custodia monoparental y es la madre quien, en caso de divorcio o separación, se queda con los hijos.
Nadie pone en cuestión que los hijos tienen derecho a estar con su padre y con su madre, pero cuando las cosas vienen mal dadas casi nunca prima el interés de los niños, sino el egoísmo, incluso la irresponsabilidad de los padres que utilizan a los hijos como moneda de cambio para dirimir sus conflictos. Estoy plenamente de acuerdo con que no se prive a los padres de ver a sus hijos y que se comprometan, al igual que las madres, en su cuidado, manutención y educación.
Conozco a varios padres separados que están pasando un auténtico infierno porque sus exparejas no les dejan acercarse a sus hijos. Son buenos padres cariños, afectuosos y responsables pero tras un traumático divorcio los niños se han convertido en un instrumento perfecto para mantener vivo el conflicto y acrecentarlo. Soy madre y me es muy difícil comprender como hay mujeres que anteponen su propio interés al de sus hijos pero esos casos existen y son reales con nombre y apellido. Hay madres que predisponen a sus hijos contra su expareja y viceversa, pero en caso de duda hay siempre que proteger a los niños y encontrar la solución menos traumática para ellos.
De entrada soy partidaria de la custodia compartida, pero no me parece lo más correcto que sea un juez el que, finalmente, tenga que decidir el régimen de tutela mas conveniente. Para tomar una decisión así debería tenerse en cuenta la opinión de expertos en psicología que evaluaran las condiciones idóneas para los menores en cada caso. La felicidad de un niño no se puede medir solo con el hecho de poder disfrutar de sus progenitores, si para hacerlo está continuamente cambiando de domicilio o no se crea un entorno de estabilidad personal que le de seguridad.
No está mal traída la frase de Tolstoi en el sentido de que cada familia infeliz lo es de una manera, porque hay tanto casos diferentes que aplicar la tabla rasa, es profundamente injusto. El objetivo que debe primar es el de proteger a los mas débiles que, en este caso, son los niños y todo lo demás son cuitas sin importancia. Se puede cambiar la legislación todo lo que se quiera pero lo que nunca se debe tolerar es que esa factura la paguen los mas indefensos por la irresponsabilidad de los adultos.
El propio Gallardón dijo que la custodia compartida favorece la continuidad en la vida familiar del pequeño, reduce el fracaso escolar y el sentimiento de perdida y de culpabilidad de los hijos. Hasta ahí todo bien, pero las dudas surgen cuando se oyen otras voces como la de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas que con estadísticas en la mano señalan que en los casos que se ha aplicado, ha resultado ser una catástrofe para los hijos. El tema es complejo y la medicina pasa por la responsabilidad de la pareja cuyo objetivo común ,sin excepciones, debería ser proteger de verdad a sus hijos, sin excusas. Ese es el verdadero acto de amor hacia ellos.
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Esther Esteban