El incendio en la Comunidad Valenciana es una tragedia que ya se ha cobrado una vida. Al dolor de ver quemarse más de cincuenta mil hectáreas y sentir la amenaza sobre personas y bienes, se ha unido la terrible noticia del fallecimiento de un brigadista al mismo tiempo que se conocía la detención de un presunto pirómano.
A pesar de que el fuego parece estar bajo control, no lo están las causas que lo provocaron y mucho menos están determinadas todas las consecuencias que ha provocado.
El suelo carbonizado es en este país una fuente de lucro mucho más rentable que la conservación de parajes naturales. Durante décadas hemos visto como ardían nuestros bosques sin que mediara una solvente explicación científica que exculpara a la mano humana del origen de los incendios. No es comprensible que, a pesar de haberse mejorado notablemente la técnica y la inversión, aún se den circunstancias en las que los montes arden de forma incontrolada, si no es poniendo en evidencia intereses espurios tras los fuegos declarados. Nuestras reservas naturales – montes, bosques, zonas protegidas– se extinguen sin que haya una política seria de estado que lo impida.
Y a evitar sospechar lo peor no ayudan en absoluto los antecedentes en muchos puntos del país. En varias comunidades se pone en evidencia que la mano del hombre enciende los fuegos, que estos se cobran vidas y acaban con nuestro patrimonio natural y que de nuevo la mano del hombre firma documentos legales que favorecen una explotación rentable del suelo quemado. A veces, la especulación no conoce límites.
Es hora de investigar y castigar, de promulgar leyes que en vez de aligerar la protección del suelo, por muy quemado que esté, impongan una dura disciplina de regeneración natural que impida que los que se quieran aprovechar de la incomprensible flexibilidad legal saquen provecho personal y nos condenen a la desertización.
Hoy ESTRELLA DIGITAL publica una noticia que obliga a que los partidos políticos y las instituciones nos den a todos los españoles las explicaciones convenientes y necesarias, al tiempo que pongan fin a la expansión de la idea de que actuar contra el patrimonio natural es sinónimo de impunidad legal.
Editorial Estrella