jueves, octubre 3, 2024
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Las CCAA culpables

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El Presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunció ayer nuevos sacrificios. Incluso, llegó a decir que «ahora toca pisar el acelerador». Supongo que se refería a que ahora lo que toca ya es pisar el pie de los ciudadanos porque ya no hay ni siquiera acelerador. Después para suavizar el tema pidió «un mayor esfuerzo» a las comunidades autónomas porque, al parecer, no están cumpliendo con lo pactado. Todo indica que la mayoría de ellas sigue gastando como si hubiese y hay que intentar contener ese dispendio.

Me alegra que Rajoy se haya dado cuenta, por fin, que el más grave problema político y económico que tiene España está en las CCAA. Que ellas son las culpables. Bienvenido a la realidad. Nunca es tarde si la dicha es buena. La pregunta del millón es: ¿será capaz de hacerlo?

Pedirles un mayor esfuerzo se lo pedirá pero estoy convencido que no le harán puñetero caso. Las CCAA se sienten demasiado seguras de sus posibilidades, está tan arraigado el poder que tienen y es tal el maremágnum de leyes que lo sustenta que desmontarlo me parece una tarea imposible. Y, desde luego, quimérico a muy largo plazo. Con lo que Rajoy habrá clamado en el desierto. El Estado, queramos o no, ya es residual en casi todas ellas.

Sólo hay una solución a corto. Ahogarlas, económicamente.

Pero como, al parecer, cortarles el grifo de la pasta también es complicado, hágase al revés. Sin quitarles nada. Al contrario. Si es imposible volver hacia la cordura, avancemos hacia el federalismo económico. Llevemos la locura hasta sus últimas consecuencias. Cédanse más posibilidad de recaudar impuestos a cada Comunidad Autónoma y que cada una de ella funcione con arreglo a esa recaudación. Se acabó la teta del Estado. Que cada comunidad recaude la mayoría de sus impuestos y que se los gaste en sus ciudadanos. Algo así como lo que ya tiene el País Vasco, por ejemplo, y lo que quieren los catalanes. Pero, eso sí, sin que el Estado les ayude a cubrir después sus pérdidas poniendo, como hace en este momento con los vascos, más de 1.800 millones de euros, cada año.

Sería la única manera de que ahorrasen. Y, desde luego, la única capaz de acabar con este montaje que sólo sirve para sostener a una clase política menor que vive, únicamente, para asegurarse su estatus.

Porque, cuando esos políticos chundaratas se tuvieran que enfrentar de verdad a sus ciudadanos, se apresurarían a devolver competencias al Estado.

El Avispa.

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La sonrisa de la avispa

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