Cuando se producen los efectos es cuando tomamos conciencia del significado real de los recortes. Hace unos meses, la notoriedad de Catalunya en el mapa nacional no se produjo por sus reivindicaciones nacionalistas, sino porque el gobierno de Mas inició un plan de reducción del déficit que afectaba directa y radicalmente a la sanidad.
La comunidad de las embajadas, multicanales de tv y de otros muchos asuntos vinculados con la implantación cultural producto de la “normalización lingüística”, cerraba las puertas de los hospitales públicos los fines de semana, cerraba plantas, reducía camas y bloqueaba quirófanos. Sólo los enfermos con tratamientos aplazados o con intervenciones interrumpidas son verdaderamente conscientes del significado de tales recortes.
Los incendios de Cortes de Pallás y Andilla, en la comunidad valenciana, nos muestran algunos otros efectos “colaterales” de la reducción del gasto público. Vecinos de esas localidades advierten de la falta de desbrozamiento del bosque mientras otros denuncian una actuación tardía de los medios operativos: fallos, pues, al parecer, en la prevención y en la ejecución.
¿Nos podemos permitir reducir los efectivos en la lucha contra el fuego? ¿Y los medios? ¿Y la prevención informativa, formativa y técnica sobre el terreno? ¿Podríamos prescindir de agentes de policía? ¿Reducir cuarteles de la guardia civil? ¿Reducimos el horario de los semáforos para ahorrar energía? ¿Privamos a los niños de las escuelas infantiles de sus becas de comedor?
En qué lógica cabe graduar la trascendencia de tales decisiones cuando se tiene enfrente un persistente empeño en reducir el gasto más allá de nuestra capacidad y supervivencia. ¿Nos avergonzaremos cuando arda otro bosque? ¿Le diremos a una persona atracada que debe ser más vigilante? ¿Le diremos a una madre que la desnutrición de su hijo no es asunto nuestro?
Hay que reducir el déficit, no hay más. Pero hay que imponer una lógica social que preserve cuestiones que trascienden a su razón aparente de ser para convertirse en valores esenciales de nuestra nación democrática, que no es sino el hogar de todos los españoles.
Editorial Estrella