La llamada Marcha Negra ya está en Madrid. Mientras la violencia sigue en las cuencas mineras, la operación de marketing ha cubierto sus objetivos. El problema es que todo va a resultar inútil. Porque de poco va a servir todo este movimiento, perfectamente diseñado, en una España que ya se está sacrificando de una manera importante y en la que cada español tiene sus propios y graves problemas que resolver.
Parece como si todo el montaje llevado a cabo por el sindicato unitario CCOO-UGT fuese, simplemente, una maniobra para demostrar que sigue vivo. No se entiende de otra manera.
El tiempo del carbón español pasó hace mucho. Es algo del siglo pasado. Y no tiene vuelta atrás. Ya no hay solución posible para él. Porque, aunque los mineros consiguieran mantener su agonía tras esta operación de imagen, su muerte es cuestión de tiempo. Tiene fecha de caducidad. Lo exige Europa y a la mayoría de los españoles les resbala su rebelión de viejos cánticos, consignas y violencias revolucionarias.
Y les resbala por muchas razones. La principal, porque esa mayoría de españoles ya sabe que el carbón español es insostenible. Como tantas cosas en esta España irreal que nos dejó Zapatero. Sus costes de extracción son muy caros y las empresas energéticas españolas prefieren el carbón de importación que es más barato. Y saben, también, que sólo consumen el carbón español si el Estado les subvenciona su adquisición.
Subvención, dicho sea de paso, con la que se ha conseguido una especie de PER con el que los mineros se han acostumbrado a vivir desde 1986 en que se empezaron a favorecerse las principales cuencas mineras españolas del carbón, situadas en Asturias, León y Palencia.
Ahora la crisis está desnudando a todos. Y a los mineros del carbón también. Y, por lo tanto, no es asumible que se repartan 523 millones de euros al año para mantener un sector que afecta sólo a 7.967 mineros por muy legendario que sea y por mucha bronca y épicas marchas que se monten.
Más les valdría a los mineros dejar de oír tantos cantos de sirenas interesados y arropados de mitos antiguos, para buscar otro tipo de soluciones con más futuro en sus comarcas.
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La sonrisa de la avispa