Al margen del debate semántico de si las tropas españolas desplegadas en Afganistán desarrollan una misión de reconstrucción, humanitaria o de guerra, lo cierto es que se encuentran en un avispero donde se multiplican los ataques de la insurgencia que imposibilita su labor, fuera esta cual fuera en origen.
Esta semana pasada, sin ir mas lejos, las tropas españolas han sufrido cinco ataques fallidos en menos de veinticuatro horas. Un artefacto explotó al paso de un convoy en el que viajaba el jefe del contingente, coronel Luis Cebrian, y un grupo de soldados hubo de repeler durante mas de tres horas los disparos de los talibanes.
La formación del ejercito afgano, que parece ser la única función que pueden llevar a cabo los paracaidistas y los guardias civiles, desplegados en la infernal provincia de Badghis, tiene el severo inconveniente de que, una vez formados, los «militares afganos» se pasan con demasiada frecuencia al enemigo y se convierten en los franco tiradores que desde las montañas disparan contra los que hasta ayer eran sus profesores.
Teniendo en cuenta la inutilidad del esfuerzo, la gravísima situación económica que atraviesa nuestro país, al borde de un segundo rescate, con las arcas públicas tan vacías que cobrar los cuatrocientos euros les va a costar a los parados sin subsidio hacer fe de pobreza, ¿Qué pintamos allí?
Sólo los compromisos internacionales obligan a España a seguir en esta batalla pírrica de la que Estados Unidos se va a desentender al final de 2014, aun sabiendo que la insurgencia se hará con el poder al día siguiente.
¿No ha llegado el momento de que expliquemos a los aliados de la OTAN que no tenemos fondos, ni previsión de tenerlos, para mantener tan costosa misión? Que teniendo en cuenta el tamaño, su PIB, y la recesión que padece, España ya ha aportado lo suficiente al control del terrorismo talibán; además de perder a noventa militares y un traductor.
Después del coste que para el Gobierno Zapatero supuso la abrupta salida de las tropas españolas de la ilegal guerra de Irak, el Partido Popular no se atreve a plantear la cuestión sin percatarse de que ese conflicto bélico, en los confines de Asia, ya no interesa a casi nadie y mucho menos en Europa, donde la crisis del euro amenaza con llevarse por delante el estado del bienestar.
Sin lugar a dudas, al ciudadano, que ve como los recortes empeoran la educación pública, que conseguir una beca se convierte en algo inalcanzable, que los hospitales de la Seguridad Social están al borde del colapso mientras le suben el IRPF y el IVA, le confortaría ver como se pone fin una misión militar inútil por el riesgo que conlleva e inasumible económicamente.
¿Por qué no se atreven si tendrían un apoyo mayoritario?
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Victoria Lafora