Y no es para menos. Por un doble motivo. Por un lado se va, abandona la cabeza de una de las ciudades más importantes de España, el peso pesado del PP, que aún estando en la política regional sus palabras dictaban sentencia en todo el territorio nacional.
Por otro, deja a la cabeza al oscuro Ignacio González, donde sus negocios, adquisiciones, ‘logros’ y tejemanejes distan de la confianza del madrileño de a pie. Ignacio no es Esperanza y el PP lo sabe.
Se va la lideresa. Con mayoría absoluta en la Asamblea, habiendo conseguido Eurovegas, el bilingüismo en las escuelas públicas (su mayor logro, según explicaba ella misma en rueda de prensa tras informar de su dimisión), habiendo conseguido su eterna propuesta; la posibilidad de la privatización de Telemadrid, se va una líder después de haber arrasado a la oposición sin sudar en el Debate sobre el Estado de la Región. Se va y Madrid no lo entiende.
Dice que se va con los suyos, que su enfermedad ha influido en su toma de decisión. Bien es cierto que cuando dio a conocer públicamente su cáncer, afirmó que reduciría su agenda y su actividad política. En la práctica, sólo lo ha podido mantener unos meses. La actualidad ha demandado que esté al pie del cañón, como sólo ella lo sabe hacer. No conoce las medias tintas, da su brazo entero.
Quizá éste haya sido un punto fundamental para abandonar el panorama político nacional, no madrileño, porque ella no deja indiferente a nadie para bien o para mal.
Quizá ya haya conseguido todo lo que se había propuesto a corto plazo y su enfermedad sumado a las directrices de Rajoy, tan lejanas a Aznar y su falta de ilusión por el actual proyecto político ‘popular’ le han obligado a tomar esta decisión, seguramente amarga, o por lo pronto triste.
Bien es cierto que este 17 de septiembre de 2012, la Comunidad de Madrid empieza de cero. Es un punto de inflexión, que tarde o temprano tenía que ocurrir, como ya pasó con Pujol en Cataluña, Ibarra en Extremadura o Bono en Castilla-La Mancha.
Nunca imaginé que un político del calibre de Aguirre pudiera abandonar algo. Aunque sea saliendo por la puerta grande, muchos méritos y pocos castigos. Ya es hora de que disfrute y se ocupe de los suyos.
Se va la bestia negra de los sindicatos y de la izquierda de España. Se va el azote para muchos. Se va la ‘heredera’ al trono ‘popular’ y las banderas de Sol ondean simbólicamente a media asta. Se va una ‘grande de España’. La pregunta que nos hacemos todos es ¿volverá?
Mientras tanto, Aguirre volverá a sus inicios en la Administración, donde otros que ya anduvieron por los mundos de la política desarrollan su labor. Allí le esperan viejos conocidos, pero sobre todo viejos amigos.
Patricia Vico