Siempre pensé que Alberto Ruíz-Gallardón era un político demasiado acomodaticio. Demasiado adaptable. De esos que te regatean en cuanto te descuidas por aquello de quedar bien con todos. Un político sin excesiva coherencia. Y me lo acaba de demostrar hace un par de días en Barcelona.
Se había desplazado el ministro de Justicia de España a la Ciudad Condal para reunirse con algunos de los empresarios más importantes de Cataluña con los que abordó el debate sobre la independencia catalana, como no podía ser de otra manera. En un momento dado, alguien de junta directiva del Círculo de Economía, uno de los principales ‘lobbies’ empresariales catalanes, trasladó al ministro su ‘preocupación’ por la deriva soberanista de Artur Mas, a lo que Alberto Ruíz-Gallardón respondió con una obviedad diciendo que ‘España no tiene sentido sin Cataluña’. Una frase evidente y que se usa, generalmente, para ser políticamente correcto.
Pero, ay amigo, un momento después el ministro se vino arriba y dijo que la independencia ‘no significaría sacar Cataluña de España, sino acabar con España. España no podría sobrevivir dentro del euro sin Cataluña’ ¿Cómo? Repito, la independencia ‘no significaría sacar Cataluña de España, sino acabar con España. España no podría sobrevivir dentro del euro sin Cataluña’
Pero ¿cómo es posible que el Ministro de Justicia de España pueda dudar de la permanencia de España en Europa aunque se vaya Cataluña? Y lo peor aún ¿cómo es posible que lo diga en la propia Cataluña? Más de un empresario quedó patidifuso.
Lógicamente, los participantes en las redes sociales se escandalizaron y en twitter se montó una gran algarabía porque sólo le faltaba a los secesionistas catalanes que el Ministro de Justicia de España les reconociese una importancia que no tienen. Me dicen que Artur Mas respiró profundamente cuando se lo contaron.
Más tarde, cuando se dio cuenta de sus palabras, Ruíz-Gallardón empezó a matizarlo todo con ese bla, bla, bla de esa línea política blandiblú que le caracteriza y que tanto le ha gustado a la progresía española, a la que parece que siempre pide perdón por ser de derechas. Pero lo dicho, dicho estaba, y así ha sido aireado por todos los medios catalanistas.
Lo que no entiendo es ¿por qué en el resto de España no se ha publicado apenas una metedura de pata de ese calibre y, de paso, criticada? Sobre todo, pensado en lo complicada que está la situación después del órdago independentista del presidente de la Generalidad catalana y lo clara que hay que dejar las cosas. Y Rajoy es un ejemplo.
Menos mal que, ayer, Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Competencia, explicó que todo era exactamente al revés. Sin ningún tipo de amaneramiento complaciente, el socialista dijo que Cataluña dejaría de ser parte del euro si finalmente se independizara de España, tal y como sugiere el tratado de la UE. Y, por supuesto, dijo que a España no le pasaría nada.
Si es que hay políticos a los que el Principio de Peter les viene como anillo al dedo. Ese que relaciona la capacidad de ascenso con el nivel personal de incompetencia.
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La sonrisa de la avispa