En el siglo de la comunicación en ocasiones tener buena información fiable resulta complicado. La mañana de la huelga general ha sido una de esas ocasiones. Dependiendo de la emisora de radio y de los tertulianos elegidos la huelga estaba siendo un éxito o un fracaso. Pero la realidad es tenaz pese a los intentos manipuladores y la realidad es que aunque los sindicatos han salido airosos del envite, por más que algunos medios de comunicación se empeñaban en esgrimir el dato del consumo de energía para intentar demostrar que la huelga no era cosa de palabras mayores. La verdad es que nunca he comprendido el afán de los «palmeros» de los Gobiernos por disfrazar la realidad.
La huelga no ha sido total pero casi, de manera que el Gobierno hará bien en tener en cuenta el descontento ciudadano. Y es que no es para menos. La cacareada reforma laboral hasta el momento lo único que ha producido es más paro y el adelgazamiento del Estado del Bienestar está dejando desprotegidos a muchos ciudadanos. Suerte que en nuestro país la familia continúa siendo ese colchón solidario que ayuda a paliar situaciones extremas como la que muchos ciudadanos están padeciendo.
Lo cierto es que cuando termine esta crisis Europa no será la misma. El Estado del bienestar construido pacientemente se habrá quedado en los huesos, de la misma manera que en el capítulo de los derechos todos se habrán menguado. Se está construyendo una Europa donde los trabajadores quedan al albur del mercado, y el mercado ya se sabe que si no está regulado se comporta como un ave de rapiña. Cada vez se va a trabajar más por menos dinero, y cada vez se van a recibir menos prestaciones sociales. Y no solo eso, el mercado también va a deglutir nuestro excelente sistema sanitario.
Para algunos, la salud es un negocio, un sustancioso negocio. Lo es en Estados Unidos y en otros países, y ahora las multinacionales de la salud quieren su parte de la tarta en España. De ahí la fiebre privatizadora de la gestión de los hospitales públicos. Madrid es un ejemplo.
Estas y otras razones son las que han llevado a muchos ciudadanos a la huelga, y a otros muchos a expresar su malestar día si día no, hayan o no participado en la huelga general. Porque lo cierto es que hay muchas personas que aún creyendo que hay razones para la huelga han preferido no hacerla porque en su desesperación creen que nada de lo que se haga sirve para azuzar a las conciencias de nuestros gobernantes. Yo creo que se equivocan, la prueba está en cómo las movilizaciones contra los desahucios han dado sus frutos obligando al Gobierno y al PSOE a sentarse a negociar un cambio en la legislación.
A mi juicio, ya digo, los sindicatos pueden respirar tranquilos porque han ganado el partido aunque no haya sido por goleada. Pero cualquier observador independiente y honrado que haya recorrido las calles tendrá que convenir que el 14 de noviembre no ha sido un día más. Ahora solo queda esperar que esta llamada de atención sirva para algo.
El ministro Luis de Guindos acaba de decir que empiezan a mejorar las cosas y el presidente Rajoy dice estar convencido de que en el 2014 saldremos de la crisis. Ojalá tengan razón, pero lo cierto es que al día de hoy cunde la desolación y los ciudadanos de a pie no vemos que las cosas vayan a mejor. Pero sobre todo a muchos nos preocupa cómo será nuestro país, cómo será Europa cuando termine la tormenta.
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Julia Navarro