Con más de cinco millones y medio de parados; con un plan serio de secesión convertido en hoja de ruta del principal partido de la burguesía catalana; con el Gobierno mareando la perdiz intentado no tener que pedir el rescate al BCE y al FMI; con una deuda que se acerca al 80 por ciento del PIB; con la mitad de las cajas de ahorro al borde la quiebra, estatalizadas y pendiente de la llegada de un crédito europeo por valor de cien mil millones de euros; con la prima de riesgo en los 450 puntos; con un fraude fiscal que según estimación de los propios inspectores de Hacienda es el mayor de todos los países de la UE; con dos huelgas generales en un año; con más de trescientos mil desahucios ejecutados desde que se inicio la crisis y otros tantos pendientes y ahora en suspenso a la espera de que el Gobierno concrete los términos de la moratoria que se anuncia como consecuencia de la presión social; con los pensionistas angustiados porque en algunas comunidades autónomas les cobran por las recetas del médico mientras que en otras los gobiernos regionales (Valencia, Cataluña, Baleares, Castilla-La Mancha) no pagan o pagan tarde a los farmacéuticos; con España ocupando los lugares de cola en los informes europeos (Pisa y otros) que ponderan la calidad de los sistemas de enseñanza; con nuevos impuestos y con la subida de otros como el IVA o el IRPF; con cerca de medio millón de españoles que han elegido el camino de la emigración buscando el trabajo que no encuentran aquí.
¿Qué más nos puede pasar? Qué otras desgracias se van a cebar en España si resulta que salvo en el sector exterior donde las grandes empresas, afortunadamente, tienen mercado y consiguen beneficios, las demás o han tenido que cerrar o están pasando las de Caín. Si salimos adelante será algo más que un milagro. Es más fácil decir que lo último que se pierde es la esperanza que creer, de verdad, en ella. Creer que, a corto plazo, vamos a salir de ésta. En el 2014, ha dicho el presidente Mariano Rajoy. ¡Ojalá!
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Fermín Bocos