Mientras la «Santa Compaña» en que se ha convertido el PSOE montaba, al objeto de huir de su propia tumba, una procesión fantasmagórica con el objetivo de remover los huesos de la Constitución, Izquierda Unida, cada vez más viva, se les comía la tostada y amenaza con dejarles sin garbanzos.
Desde que el PCE fuera arramblado en la primeras urnas y doblara la cerviz en los
pactos municipales del 79 ante la novedosa y hasta aquel momento casi ignota muchachada de González, con el paréntesis de la eclosión de Anguita en el estertor corrupto del felipismo, IU no había gozado de un momento ni una posibilidad de hacer girar hacia sus filas el voto de la izquierda. Hoy lo vislumbran y han empezado a creérselo ellos mismos.IU puede hacer trizas el viejo mapa político donde la hegemonía en la izquierda del PSOE parecía inamovible y predeterminada
Cayo Lara, un veterano comunista agrario, fue alcalde de la manchega Argamasilla de Alba, donde metieron en la trena a Cervantes, ha conseguido el milagro, en esas siempre levantiscas filas, de transformarlas en columnas hasta cierto punto organizadas. Las trifulcas y las deserciones por el timón de la patera se han vuelto unanimidades, aunque nadie descarta que el motín pueda estallar por una simple manzana, hacía el capitán que lleva un barco que navega con las velas desplegadas. Las viejas recetas y hasta la personalidad del líder, en absoluto carismática ni refulgente, no son para nada novedosas. Dirán que son rancias, obsoletas, arrumbadas por la historia, los fracasos y los escombros de los muros derruidos. Pero las abrazan jóvenes y se aferran a ellas los náufragos de una crisis que se lleva por delante tantas cosas y entre ellas puede hacer trizas el viejo mapa político donde la hegemonía en la izquierda del PSOE parecía inamovible y predeterminada.
Grecia, pionera en democracias, ha demostrado que eso no está escrito, como nada, en las estrellas y el PSOE parece decidido a contribuir al estallido de su astro. Desnortado, sin orilla, sin rumbo y con el puente de mando en subasta sigue sin querer entender que es su propio futuro lo que también está en juego. No saben si lo suyo es la vertebración nacional y la socialdemocracia moderada o el arrimón al nacionalismo y a los movimientos radicales. No saben si están en el 15-M o en el FMI, siguen «estupendos», suponiendo que por la sigla todo les será perdonado y el paraíso del poder les volverá a las manos, con el siempre fiel báculo de los ayudantes obligados que ahora, los pobres, creen que tienen destino propio.
El PSOE se arrima a las pancartas pero yerra si cree que el grito de la calle no se dirige también contra ellos
Es no ver lo que está pasando. Es no leer las cifras de Madrid, donde el campo que fue casi por entero suyo, está troceado en tres cachos, que en Galicia, la suma de los «otros» ya les ha superado, que en Andalucía ellos no han ganado, que en Cataluña, de hegemónicos transitan a residuales. Hasta el único consuelo, Asturias, lo es por pezuñazo contrario. Se arriman a las pancartas pero yerran si creen que el grito de la calle no se dirige también contra ellos.
Izquierda Unida, a quien el ribete antisistema no le queda para nada extraño en el ropaje, sí que lo tiene, a su modo y manera, muy claro. Hasta lo de haber abjurado de aquel día de compromiso monárquico y de acatar corona y bandera. En la calle están en su terreno y la movilización inflama su velamen. Crecen al ritmo de la angustia y aunque les socava la cuestión trascendental de que sus remedios han resultado la peor de las enfermedades, al desahuciado le parece baladí que se derrumbe el piso de al lado.
La batalla por la izquierda ha comenzado mientras Rubalcaba, Chacón, Gómez y los Pachis siguen cantando el miserere. Procesionando.
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Antonio Pérez Henares