Algunos medios de comunicación, cargan, con razón, contra aquellos partidos o políticos sobre los que pende la ominosa sospecha o la palmaria evidencia de que andan metidos en casos de corrupción. Su actitud es encomiable porque rinden un servicio impagable a la sociedad. Y lo hacen con riesgo. Y no me refiero a las posibles derivas judiciales por eventuales demandas y demás. Hablo de quienes al combatir la corrupción se exponen a represalias más sutiles. Por ejemplo, a través de la pérdida de contratos de publicidad.
Quizá por eso hay medios que no entran o procuran mantener un perfil bajo en esta guerra contra quienes se aprovechan de la política para hacer negocios. Por eso, se olvidan de investigar la otra cara de la moneda. Me refiero a los corruptores. Porque, tal como dice el viejo refrán: «Tan corrupto es el que da como el que toma». Todas las encuestas detectan y alertan acerca del hartazgo de los ciudadanos antes los casos de corrupción que salpican a los partidos y a los políticos. Nada dicen -porque poco o nada se publica a acerca de su papel en los casos de corrupción-, acerca de los corruptores. ¿Por qué?
Los medios viven de la publicidad (escasa en los tiempos que corren) y la publicidad viene de donde viene
Pues, porque los medios viven de la publicidad (escasa en los tiempos que corren) y la publicidad viene de donde viene. De las empresas que todavía no han recortado esta partida de gasto. Vivimos un momento de gran penuria y falta de recursos en casi todos los registros. En lo relacionado con los medios -la publicidad, sustento principal-, escasea. Como escasean los suscriptores y se reduce el número de lectores. Así las cosas, y, puesto que algunas de las grandes empresas de nuestro país se ven en la tesitura de complacer al poder político para allanar a sus negocios las trabas administrativas o para optar en concurso a obras o contratos de servicios, estamos donde estamos.
La resultante es que no pocas empresas del mundo de la comunicación se ven ante el dilema de mirar más o solo mirar hacia el lado de la política. Está claro que hay empresas y empresarios que actúan siempre dentro de la legalidad y por eso gozan de prestigio social, pero también es cierto que hay otras que dada la naturaleza del capitalismo español -siempre al acecho del BOE y acostumbrado a la caza de subvenciones- cultivan a los políticos y se acercan a los partidos en busca de ventajas. La ristra de casos de corrupción relacionados con el cobro de comisiones es tan larga que se pierde en la memoria. Desde Filesa y Malesa al «caso Naseiro«, pasando por el «caso Palau«, el «Pallerols» o ahora la nueva y escandalosa hijuela de la trama Gürtel que parece ser el «caso Bárcenas«.
Todos estos casos tienen un hilo en común. En todos: unos ponían el cazo (políticos) y otros (empresarios) lo llenaban. Los nombres de los primeros los hemos ido conociendo escritos en mayúsculas, los de los segundos, en letra pequeña. Todos sabemos que tan corrupto es el que da como el que toma, pero ya se sabe que hay que vivir y que contra todo y contra todos no se puede luchar o el resultado de la lucha es incierto. Dicho queda.
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Fermín Bocos