martes, octubre 15, 2024
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¿Vente a Alemania, Pepe?

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En 1971, se proyectó en las salas españoles la película Vente a Alemania, Pepe dirigida por Pedro Lazaga. A pesar de que han pasado más de cuarenta años desde estreno, el argumento, escrito por Vicente Escrivá y Vicente Coello, es de rabiosa actualidad. Un aragonés llamado Angelino –cuyo papel interpretó José Sacristán–, abandonó su pequeña aldea y marchó a Alemania, donde hizo fortuna. Uno de sus vecinos, Pepe –un inmenso Alfredo Landa– decidió emigrar a Munich, convencido de poder seguir los pasos de Angelino. Pero, como dice el refranero español, no es oro todo lo que reluce y Pepe descubrió que las condiciones de vida en la capital de Baviera no eran las que imaginaba.

Alemania es un destino muy atractivo para quien desea encontrar un trabajo que se le niega en su país

No cabe duda de que la actual situación política, económica y social de España es calamitosa. Desde septiembre de 2012, he intentado analizarla, con objetividad y rigor, en esta columna semanal. Poco más puedo añadir a lo escrito en anteriores artículos. Como en el largometraje de Lazaga, son muchos los españoles que, comprensiblemente, buscan una salida profesional allende nuestras fronteras y no son pocos los que fijan, con lógica, su mirada en Alemania.

Desde tiempos inmemoriables, Alemania ha sido, en todos los sentidos, un gigante gracias a su estratégica ubicación como puente entre el este y el oeste del continente. Y, por supuesto, a día de hoy, lo sigue siendo. Es indudable que se trata de un actor clave en la Unión Europea y una de las principales y más dinámicas economías a nivel global. Prueba de ello es que, en una coyuntura macroeconómica muy complicada, Alemania disfruta de un porcentaje de desempleo notablemente bajo, que apenas alcanza el 7 %. Esto la convierte en un destino muy atractivo para quien desea encontrar un trabajo que se le niega en su país. No recordaré, por vergüenza, nuestra actual tasa de paro.

Efectivamente, las diferentes políticas de moderación salarial y de fomento de la flexibilidad del mercado laboral son un ejemplo para otros gobiernos de la Eurozona, que sueñan con alcanzar la alta productividad alemana y, por supuesto, su elevado nivel de ocupación. Sin embargo, la realidad depende del cristal con el que se mira y puede mostrar diferentes caras, no siempre tan positivas. 

Los datos ofrecidos por el Departamento de Trabajo de la República Federal Alemana no son precisamente halagüeños. Entre 2005 y 2010, los contratos con salarios bajos o minijobs se expandieron tres veces más que otro tipo de empleos. El minijob fue ideado en 2003 por el político socialdemócrata y ejecutivo de Volkswagen Peter Hartz –condenado, curiosamente, por corrupción cuatro años después– con el objetivo de flexiblizar el mercado de trabajo y consistía en crear empleos por horas, libres de impuestos y de cotizaciones, cuyo salario no excediera los 450 euros al mes.

Entre 2005 y 2010, los minijobs se expandieron tres veces más que otro tipo de empleos

Como era previsible, las reformas impulsadas por Hartz no liberalización las relaciones laborales sino que las degradaron. Según las agencias federales de empleo, hoy existen ofertas de trabajo cuyo sueldo apenas ofrece un euro por hora y estiman que el subempleo afecta a casi el 25 % de la población activa alemana, es decir, a casi 7,5 millones de personas. Su incidencia es especialmente relevante en el sector servicios. Según la DGB (Federación Alemana de Sindicatos), los taxistas y peluqueros contratados mediante la fórmula del minijob asciende al 80 % del los empleados y al 70 % en los restaurantes. Además de extender el subempleo, otra de las consecuencias negativas derivadas de las ideas de Hartz es el progresivo debilitamiento de la Seguridad Social, cuyos ingresos se han visto muy mermados por el nulo pago de cotizaciones por trabajador.

En sus sueños, Pepe imaginaba a Munich como el Edén económico en la tierra. Es cierto que la situación económica de Alemania puede antojarse envidiable para el español de infantería pero la realidad, mucho más áspera, nos sigue demostrando que no es oro todo lo que reluce.

Gorka Labarga-Estrella Digital

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Gorka Labarga

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