martes, octubre 15, 2024
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Alarma social

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Hubo un tiempo en el que la alarma social, un concepto de uso arbitrario, se impuso ante las situaciones de escándalo público asociadas a la corrupción. Hace de esto al menos veinte años, y tenía que ver, claro está, con el fin de ciclo de la Era González, organizado tenazmente por los políticos, jueces y periodistas conspiradores a los que Luis María Anson identificó con ese nombre.

Pues bien, uno de los instrumentos para el ataque era la Justicia, rápida y eficaz como se ha visto en pocas ocasiones. Y los detenidos entraban en Soto del Real como quien va a kinepolis y solo salían si le decían a Garzón lo que este quería escuchar.

La alarma social se ha pasado de moda, y todo gira en torno a pesquisas que afectan, poco, a la condición social de los implicados

El caso es que la alarma social, argumento de peso entonces para privar de libertad a cualquier sospechoso y presionarlo, se ha pasado de moda, y todo gira en torno a pesquisas que afectan, poco, a la condición social de los implicados. Algunos incluso viven mejor desde que perdieron la honorabilidad en la plaza pública y se ríen, a mandíbula batiente, como se decía en los tebeos, del escándalo que provocan allí donde van.

Los sobres se han convertido en una chanza sin que haya pasado nada. Y los infantes reales se pasean por los torneos deportivos como si las múltiples acusaciones y el oprobio que las acompaña no fueran con ellos. Es más, cuando al fin aparece la fianza, ésta se convierte en un argumento de posible nulidad por ‘manía, supongo, ante el Constitucional.

Aquí no penca más que el muchacho de Galicia o la chica de los pañales. Los del guante blanco se pasean por el mundo y solo se lo quitan para enseñarnos el dedo a modo de ‘anda y que os den’, que yo voy y vengo ya sea a Francia, Suiza o Canadá. Quizá a esquiar como cuando iba contar sus beneficios el tío Gilito. O el pato.

No hay alarma social ni cuando se trata del trono ni con el PP de sobre y Gürtel, y ni mucho menos con el extesorero, que ya se estará arreglando el porvenir allende las fronteras, con una risa descojonante y sin preocuparle ni a él ni a los jueces la puñetera alarma social que nos produce a nosotros, miserables españoles, que estamos más tiempo en posición de recibir que aplaudiendo alguna ocasión en la que son ellos los que reciben.

Una pantomima pero de las de verdad, de las de alarma social, vaya.

Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital

Rafael García Rico

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