domingo, octubre 13, 2024
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El mundo de Rajoy

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Para Paul Eluard había otros mundos aunque estaban en éste. Si vamos a un campo de fútbol con un amigo del equipo contrario veremos un partido distinto: las faltas y los ataques, las acciones defensivas, etc, todo se percibirá con una visión contradictoria, opuesta. Ambos estamos, pero no vemos lo mismo.

En la política, los mundos de Eluard son infinitos; hay tantos como ideas personales tiene cada uno. Vemos a los lideres subir a la tribuna y cada uno se anticipa, inconscientemente, a elegir lo mejor de su discurso para justificar continuar con su respaldo. A mí, sinceramente, me pasa eso, que sube Rajoy a la tribuna y tengo, inmediatamente, la sensación de que lo ha hecho para tomarme el pelo.

El mundo en el que habita Rajoy es ese lugar en el que la disidencia es una quimera y la diferencia de criterio un hecho imposible

Al final de la legislatura anterior me pasaba algo parecido, pero no era Rajoy el que me incomodaba porque ya daba por descontado su afán empobrecedor del pensamiento, de la dialéctica y si me apuran de la estética. Estaba, para un contrario como yo, todo perdido. Ahora, en cambio, soy consciente de su poder, de la fuerza brutal del decreto ley y de la voluntad indoblegable que posee para llevar a este país a otro modelo de sociedad.

El mundo en el que habita Rajoy junto a sus compañeros de partido es ese lugar en el que la disidencia es una quimera y la diferencia de criterio un hecho imposible, y si la hay se evita o se persigue. Todos a una, como en Fuenteovejuna, pero al hilo de la realidad amarga de un mundo imaginario que habitan más allá de cualquier voluntad de diálogo, entendimiento, acercamiento o rectificación. El discurso de ese líder es espurio porque no se fundamenta en la voluntad de actuar por el bien común, sino en la necesidad de sobreponer el interés personal y de mantener el negocio del poder intacto.

Nos mandan porque nos cambian, como en aquella película de ciencia ficción de la guerra fría, mientras dormimos – nuestro sueño es una metáfora de nuestra pasividad-. Unas vainas gigantes crean nuestros yos alternativos aprovechando el sueño. Y al día siguiente, siendo el mundo el mismo, nuestra visión de él es la opuesta, porque nosotros nos hemos hecho diferentes, y, por eso, el mundo también se hace distinto. La dejación no mantiene lo que hay, lo transforma hasta el infinito. Rajoy es la dejación destructora, la que nos lleva a otra parte, aunque esté en ésta. Va porque le dejamos. Esa es la verdad.

Y Ana Mato aplaude.

Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital

Rafael García Rico

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