domingo, octubre 13, 2024
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Ganan datos, pierde demagogia

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Siguen sin gustarme los Debate sobre Política General y del estado de la Nación. Y, el de ayer, menos aún. Y no porque, como adelanté, cada uno fuese a los suyo sino por falta de altura política. Rajoy se dedicó a contar sus logros con datos y Rubalcaba a hacer oposición (de opositar) a tertuliano de La Sexta. No se puede hacer un discurso más demagógico que el que realizó el líder de la oposición.

Y siguen sin gustarme porque, una vez más, saqué lo pies friós u la cabeza caliente. Ni siquiera la parte de réplica y dúplica del debate entre Rajoy y Rubalcaba tuvo interés. No mereció la pena ver a Rajoy machacar a Rubalcaba a base de datos mientras que el socialista no sabía salir de los viejos lugares comunes de la izquierda.

No me gustó tampoco que Rajoy esperase a llegar a este debate para anunciar que va a poner en marcha unas medidas que tenía que haber puesto en marcha hace semanas, ya que éste no era un Debate de Investidura. Como no me gustó que destrozase a su rival sin darse cuenta de que estaba destruyendo al único interlocutor válido que tiene para llegar a algún tipo de acuerdo creíble que logre recuperar la confianza de los españoles en los políticos. Algo crucial, en este momento, para redimir credibilidad.

Rubalcaba no tiene moral ni ganas ni argumentos

Rubalcaba no tiene moral ni ganas ni argumentos. Durante el debate, dio la sensación de ser un viejo boxeador que se mantenía de pie, refugiándose en el rincón de la demagogia y tapándose con argumentos zapaterinos para no recibir demasiados golpes mientras lanzaba los suyos sin ton ni son, en una especie de nueva versión de la Gala de los Goya. Incluso, en un momento dado, dobló la rodilla sobre la lona y fue patético contando la historia de la viejecita que no pagó los 8 euros de sus medicinas porque tenía para comprar dos pollos para que comiesen sus nietos. Qué desorden, qué caos argumental, qué falta de liderazgo. Qué mal debe estar el partido socialista para que su líder dé la sensación de derrota desde la propia tribuna del Congreso.

Lo importante es que la clase política ha vuelto a perder popularidad

Y más, cuando, en teoría, el que se presentaba bajo de forma era Rajoy y el ganador claro era Rubalcaba. Rajoy partía con el plomo en las alas de la crisis, el paro, la corrupción, la falta de prestigio institucional y el intento de acoso y derribo de parte de la prensa, mientras que Rubalcaba se presentaba como el catalizador de todos los descontentos. Se iba a enterar el PP. Se iba a enterar Rajoy. Dimite, Mariano. Porque el Presidente lo único que podía hacer era defenderse. Eso decía la acorazada mediática del PSOE. Además, Rubalcaba iba a recuperar la credibilidad de la izquierda con un demoledor discurso nacido en la propia calle. Junto al 15 M, junto a Ada Colau, junto a los de las batas blancas tirando a marrón… Un discurso hecho a golpe de calcetín. Codo con codo con los sindicatos. A tapar la calle. Pero ni la acorazada mediática ni el propio PSOE ni el propio Rubalcaba sabían que ya no estaba Amy Martín detrás de todo.

Ganó Rajoy, perdió Rubalcaba. Pero eso, a estas alturas, da igual. Lo importante es que la clase política ha vuelto a perder popularidad. Que, a fin de cuentas, es una manera muy americana de medir su torpeza.

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La sonrisa de la avispa

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