En Italia los ciudadanos le están dando la espalda a la política. La abstención es la opción que cuenta con más seguidores y no le va a la zaga el apoyo a una lista encabezada por un cómico extravagante de hechuras dialécticas confusas. Mientras, la izquierda tradicional trata de reinventarse y pincha el experimento tecnocrático creado alrededor de Monti, la vuelta de Berlusconi es el estrambote que termina de emborronar el panorama. Italia, más que Francia, fue el laboratorio político que anticipaba algunas de las cosas que luego veíamos aquí. Hemos tenido ya una muestra en el resultado de las últimas elecciones celebradas en Cataluña cuyo resultado es el «Parlamento» más fragmentado de los últimos treinta años. A poco más de un año de las elecciones legislativas en las que a escala nacional el PP se hizo con la mayoría, las encuestas reflejan un cambio sustancial en la intención de voto. El PP cae en picado y el PSOE sigue hundido. Crecen IU y UpyD, pero, también aquí la abstención va camino de ser el «partido» con más seguidores. Es el triunfo del rechazo a la política, lo cual es tanto como decir que es el fracaso de la política. Un asunto muy serio si caemos en la cuenta de que apenas llevamos una generación bajo el paraguas de un sistema democrático.
El origen del desencanto que ha labrado el descrédito de la política se debe a la falta de ejemplaridad de algunos políticos
Tengo para mí que el origen del desencanto que ha labrado el descrédito de la política se debe a la falta de ejemplaridad de algunos políticos (casos frecuentes de corrupción), a la transformación de los partidos en estructuras cerradas ávidas de poder y de recursos económicos; al descontrol del proceso de descentralización del Estado que ha dado pie a una estructura de cuño taifal entregada al despilfarro y al duplicado de competencias, y, por último, está la crisis. La recesión económica que apareja la dolorosa noticia del fracaso de unas recetas que no encuentran trabajo para seis millones de personas y que, más allá de los pufos financieros (¡rescatamos cajas de ahorro que cotizan en Bolsa con dinero público¡), es la radiografía incómoda que ha puesto en evidencia los desajustes de nuestro modelo económico (un extraño modelo mixto de liberalismo trufado de subvenciones públicas).
Si fracasa la política, el peligro es que se abra la puerta a otro tipo de políticos. En el siglo XXI ya no se estilan los uniformes, las botas y los correajes, pero el discurso podría volver a ser parecido. El ejemplo (malo) de Italia debería servir de aviso a los navegantes.
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Fermín Bocos