El PSC baila por todo el salón: anuncia un voto relativo a la declaración de soberanía, pero vota otra cosa
La situación que afecta a los socialistas hoy no se puede abstraer de su paso ideológico por el insólito e incomprensible concepto de la «España Plural». De aquellos polvos, estos lodos, dice el refranero español, casualmente. Y de aquellas políticas erráticas y sin horizonte, estas consecuencias aún más erráticas pero con el horizonte de la disolución de su personalidad en los proyectos de otros, y en la pelea interna. España, sometida a los vaivenes amargos de la crisis y de las políticas de Bruselas, asiste, perpleja, al espectáculo del PSOE.
De los nacionalismos no se puede esperar nada nuevo, ni bueno. Del vasco tenemos bastantes referencias en la historia y ahora que se está dedicando a asentar su propia base política, a riesgo de que se la robe el nuevo nacionalismo surgido del terrorismo, conviene no distraerlo no vaya a ser que vuelva las andadas del plan Ibarretxe. Y del catalán, que copa la actualidad, no quedan ya palabras adecuadas y prudentes para definir ni su absurdo ni su estupidez en los momentos en los que se encuentra Europa y, singularmente España.
Pues en esas se produce el baile de ganso del PSC, el partido del señor Navarro, ese que pedía la abdicación del Rey en los prolegómenos del Debate del Estado de la Nación, arruinando un poco más la obtusa intervención de Rubalcaba, y el mismo que defendía con la impasibilidad del inconsciente, la misma idea en un programa de televisión famoso por su frivolidad.
PSOE, partido sin aspiraciones a gobernar
El PSC baila por todo el salón: anuncia un voto relativo a la declaración de soberanía, pero vota otra cosa. No sabe ni qué es ni a dónde va. Ahora lo evidencia en las Cortes Generales. Millones de catalanes y de españoles acuden con asombro a la llamada de Pere, lo escuchan perplejos y resuelven, uno a uno, ya verán, dar la espalda a este juego cortesano y absurdo. Lo peor, de todas formas, lo padecerá su supuesto homólogo, el presunto PSOE, partido sin aspiraciones a gobernar y resuelto a dedicarse a sus asuntos internos.
La herencia de Zapatero parece infinita y dedicada a Rubalcaba.
Editorial Estrella