En España, la lentitud con la que cursa la Justicia estimula las bravatas de algunos justiciables. Tenemos un ejemplo en el caso de Luis Bárcenas, exsenador y extesorero del PP, imputado por cohecho, delito fiscal y blanqueo de capitales que viene de denunciar por despido improcedente al PP, «empresa» en la que ha trabajado los últimos veinte años. Bárcenas cree o quiere creer que sigue en condiciones de chantajear a la dirección del partido que gobierna en España. Tengo para mí que ese ha sido el error germinal en el que ha fundado toda una estrategia diseñada para llamar la atención y solicitar la protección de quienes durante sus años de gerente y tesorero supieron de su altanera preeminencia a la hora de destinar caudales a las campañas electorales o las necesidades coyunturales de éste o de aquél líder nacional o regional del partido. Dicen en Génova 13 (sede nacional del PP) que hay un correlato entre la espantada de Álvarez Cascos y la pérdida de territorio en influencia por parte de Bárcenas. Más aún, hay quien pretende fechar el final del polémico asunto de los pretendidos sobres precisamente coincidiendo con el ocaso de aquella glaciación. Son conjeturas o escritos en la arena del tiempo que solo el resultado de una indagatoria fiscal o el definitivo pronunciamiento de la Justicia sentenciará. Aunque, visto lo publicado, la situación nos permite transitar por el más que abonado territorio de la sospecha. Acerca de los secretos de Bárcenas todo eran conjeturas, pero tras escuchar a María Dolores de Cospedal, explicando en una intervención, por cierto, emula de Groucho Marx, que hasta el 31 de enero, Luis Bárcenas había seguido cobrando del PP un sueldo «diferido y simulado», nada se puede descartar y todo resulta plausible. Hay quien dice que Bárcenas es el guardián de los secretos del partido y hay quien piensa que es un fantoche que juega de farol y que se había disfrazado de amenaza a la espera de que desde el Ejecutivo y la Fiscalía le echaran un cable.
Aunque ha conseguido el principal de sus objetivos (salvar el grueso de la pasta que tiene en Suiza acogiéndose a la oportuna amnistía fiscal), le ha fallado el cálculo de los tiempos políticos. Sus andanzas han puesto al PP contra las cuerdas y a los dirigentes del partido nos les ha quedado otra salida que repudiarlo. Ha tardado en comprender que Cospedal no se siente presa ni deudora de los compromisos de Javier Arenas o de Álvarez Cascos. Por eso, visto que su caso ya está en la Audiencia Nacional y que su chantaje ha fracasado parece que, a la desesperada, habría optado por la estrategia de Sansón. Ante el espectáculo que se avecina, los jóvenes filisteos están muy tranquilos, los veteranos, no tanto.
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Fermín Bocos