La implosión del sistema político italiano es una amenaza para el actual modelo de democracia. Es la manifestación profunda de la disociación entre las instituciones y los ciudadanos. La respuesta de Grillo es coherente con la incapacidad de los partidos tradicionales de dar una respuesta a las demandas de los ciudadanos. Y quienes gobiernan las instituciones se suicidan por no perder sus privilegios. La respuesta hay que buscarla en el espectacular éxito del humorista Beppe Grillo.
Grillo es un político del siglo XXI que no quiere prestarse a que el sistema ahogue las demandas ciudadanas
La simplicidad del modelo de pensamiento instalado permite la reducción de Grillo a su estatus de cómico. Con esa simpleza se descalifican sus resultados. Pero lo cierto es que miles de italianos le han votado y se ha adueñado de la red como modelo de participación democrática.
Predica lo imposible, y en eso reside su atractivo. Quiere acabar con la impunidad de la corrupción, cambiar el modelo representativo de las papeletas por las redes; instalar la consulta permanente y la elección directa de los representantes mediante el voto cibernético. Grillo es un político del siglo XXI que no quiere prestarse a que el sistema ahogue las demandas ciudadanas metiéndolas en la trituradora de las instituciones.
La enfermedad de Grillo es altamente contagiosa porque los partidos no están dispuestos a una transformación que acabe con el control de las élites sobre sus representados.
Los italianos están buscando su modelo de choque alternativo a un viejo sistema que solo sirve a los poderosos. La implosión, en Europa, viene desde Italia y nadie tiene el talento de atajarla con una verdadera transformación democrática de las instituciones y de los partidos.
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Carlos Carnicero