Empezaré diciendo que yo pago mis hipotecas y creo en los contratos firmados. Como creo en la seguridad jurídica. Y pienso también que, si los bancos cometieron arbitrariedades, deben pagar por ello. Y opino que, en algún momento, es una injusticia llevar a cabo un desahucio. Pero, al mismo tiempo, no creo en esa guerrilla urbana de unos cuantos iluminados que se dedican a campar a sus anchas por las calles, en plan de cobardes matones de barrio, acosando e intimidando con técnicas propias de aquello que se llamó ‘terrorismo de baja intensidad’. Una nueva perversión del lenguaje, por cierto. Porque lo que hacían aquellos bárbaros era terrorismo puro ya que lo que querían era aterrar a los ciudadanos. Como estos ahora. Y, aunque ahora se llamen no sé qué de los desahucios, en la realidad no son otra cosa que una tropa adiestrada y sostenida por la izquierda española más radical para amedrentar a la población.
El problema es que actúan con total impunidad. Es más, actúan esperando el agradecimiento de la sociedad ante semejante atropello. Me recuerdan a aquel GRAPO que iba a ser detenido por la policía en la Gran Vía de Madrid, a finales de los setenta, y corría en medio de la gente gritando: ‘Defendedme, pueblo, soy del GRAPO y me persiguen los opresores’…
Rodear, señalar e insultar a una persona, toda la vida se le ha llamado acoso. Y eso es delito
Y ¿qué se puede esperar de estos iluminados, enardecidos por esta nueva Pasionaria con cara de ángel? Nada, ellos piensan poco. Se mueven en cuadrilla. Sería difícil explicarles nada. No saben nada. La vileza forma parte de la vida misma…
¿Y a qué se debe que estén tan crecidos? Pues a que los diputados de IU aplauden sus tropelías. Les gusta el lío. Cayo Lara, no hace mucho, dijo que el Gobierno “está deslegitimado”. Y Gaspar Llamazares, hace poco también, nos dio a todos una clase de democracia, al sentenciar: “O se van o los echamos”. Aspiran a suplantar a un PSOE en horas bajas y les va la marcha de la toma de la calle. Siguen soñando con el Asalto al Palacio de Invierno.
¿Y por qué son tan violentos? Porque pueden leer cosas como las que escribió Almudena Grandes en El País: “Cada lunes tengo que darme en la mano un poco más fuerte (no es la mano, Almu; es la cabeza) para no transcribir la receta de los cócteles molotov”. Y no pasa nada.
Todo vale en España. Sobre todo a la hora de justificar a la izquierda caduca. Hasta el punto, que parece obligado aplaudir a una líder antidemocrática que está llamando al delito desde cualquier tribuna y poniéndolo en práctica. Porque rodear, señalar e insultar a una persona, toda la vida se le ha llamado acoso. Y eso es delito. Y eso, en democracia, es un comportamiento antidemocrático.
Y es que, como dice Rosa Díez, “no es aceptable que unos ciudadanos, por muy justamente indignados que puedan estar, se crean con el derecho a sustituir a quienes han sido elegidos en las urnas y representan a la soberanía nacional”.
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La sonrisa de la avispa