miércoles, diciembre 18, 2024
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La respuesta-escrache

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Un escrache no es un acto de violencia, sino de protesta. La manera de desautorizar un acto de protesta es convertirlo en un acto descontrolado y violento. Hasta ahora esto se hacía con las manifestaciones: para reducir su eficacia como movilización se sacudía a diestro y siniestro con el argumento de convertirse en actos de violencia.

Unas manifestaciones pensadas para sumar voces de muy distinta procedencia, multitudinarias y conscientes de su razón de ser como acto de protesta, se convertían en ataques vandálicos de provocaciones de perro flautas. Deslegitimada la manifestación, deslegitimada la razón de su convocatoria.

Y ahora pasa lo mismo con el escrache. En el país del cobrador del frac, cuya misión es humillar a alguien que no quiere o no puede pagar una deuda, la sociedad bien pensante se escandaliza porque unos grupos de personas sometidas a la injusticia de un sufrimiento interesado protesten ante las comodidades aseguradas de quienes legislan su dolor.

Esta democracia se agota por ignorar a la opinión pública mediante la paupérrima argumentación de las elecciones ganadas

Sin violencia conocida, sin amenaza conocida, sin nada de nada salvo hacer saber que ahí, donde podía haber estado perfectamente el cobrador de frac político reclamando el pago de su deuda, los afectados de las leyes promulgadas manifiestan su rechazo a la actitud del personaje: un político elegido para ser cargo público.

Pero para los que se oponen, un cargo público sólo lo es a tiempo parcial, salvo los días de guardia. No es cargo público cuando va al palco del Bernabéu, ni cuando viaja en primera en el AVE, ni ná de ná. Sólo cuando vota en el Congreso en contra de las resoluciones de los tribunales europeos, por ejemplo.

El escrache, es decir, la denuncia de una injusticia ante su autor, está mal vista, muy mal vista, incluso en la izquierda constructiva que considera que, por ejemplo, el sindicalista ‘oso moroso’ que seguía a todas partes al alcalde Manzano en nombre de los trabajadores del ayuntamiento de Madrid reclamando derechos económicos es una aberración de la expresión política.

Olvidan los que así piensan que el origen de la movilización en forma de escrache se encuentra en la deslegitimación de las manifestaciones. Centenares de miles de personas o colectivos profesionales, y convocatorias una y otra vez han sido ignoradas o criminalizadas también una y otra vez. La protesta se abre paso de forma natural, o evolutiva si quieren, buscando nuevas perspectivas de eficacia: escraches o acciones de las víctimas de preferentes.

Esta democracia se agota por ignorar a la opinión pública mediante la paupérrima argumentación de las elecciones ganadas, que nos devuelve a los códigos políticos de la Restauración y la Regencia: el turnismo, el caciquismo, la irresponsabilidad antidemocrática, el favoritismo real, y todo esto que nos pasa ante la dilución lenta y progresiva de los que deberían, en vez de criticar, ponerse al frente de la movilización, quedando superados por la natural necesidad de la sociedad de abrirse paso en la defensa de sus intereses.

Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital

Rafael García Rico

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