A ella le debemos Full Monty, que es la historia de unos parias abandonados al azar de la vida que inventan un milagro económico a costa de convertir su dignidad en un juego de salón. Y también la historia del niño bailarín que termina conquistando los teatros de Londres, quién sabe si el mismísimo Royal Albert House; se trataba de las víctimas de su ideología brutal y despiadada que cercenó las esperanzas de una clase obrera hundida para siempre.
Cuando empezó a echar cuentas de su vida vio que debía bastante poco a los demás
Su inspiración la llevó a conquistarse a sí misma conquistando un mundo gris y ocre en el que ella se desenvolvió sin sutileza, con agilidad y comodidad entre los hombres del puro. Por eso, cuando empezó a echar cuentas de su vida vio que debía bastante poco a los demás y que eran estos, sobre todos sus compañeros de partido, los que debían adorarla aunque fuera un ídolo abatido.
Sin ella, al fin y al cabo, a estas alturas continuaríamos hablando de los sindicatos más poderosos del mundo, de las viejas Trade Unions y de su capacidad para decidir en el laborismo inglés; del remate final se encargaría el propio Blair, un émulo sin coraje ni altura, incapaz de sembrar una sola semilla que floreciera en el mundo de tierra quemada que dejó junto a sus amigos Bush y Aznar.
Y a ella, también, se debe la fortaleza con la que Reagan inventó el reaganismo, que entonces necesitaba un punto de apoyo en la vieja Europa para hacer fructificar su estrategia de destrucción definitiva del comunismo. Y lo consiguieron; entre ellos dos se fraguó una amistad que habría de devenir en un pacto estratégico fundacional de un mundo nuevo que rompió con los anclajes de la polarización de la guerra fría. Es cierto que sin Gorbachov no hubiera sido posible un desmembramiento tan rápido de la URSS, pero sin ellos nadie hubiera osado ni siquiera pensarlo.
El sistema mundial, esta globalización, no sólo es el producto de un determinismo tecnológico: el progreso en la dirección en la que va es más bien el resultado de aquel cambio en el que se acuñó el llamado neoliberalismo: el capital sin límites, el llamado fin de la historia. Liquidado la alternativa ideológica y el muro de contención del capitalismo, se soltaron la melena y hoy estamos aquí cotizando en bolsa los recortes de Montoro y su primo de Galicia: como un hilillo de plastilina en esta masa de transformaciones reaccionarias. Porque, por cierto, nosotros somos así: una proyección provinciana sin más fulgor que el de una cerilla encendiendo un Farias.
Gracias a su determinación se echó al vacío la poderosa dictadura argentina capitaneada por Galtieri
Ahora, en su muerte, pocos días después del aniversario de la guerra de las Malvinas, prefiero pensar que gracias a su determinación se echó al vacío la poderosa dictadura argentina capitaneada por Galtieri, un bocazas sin ton ni son que arrastró en un esperpéntico final a su país a la ruina de una guerra impensable e innecesaria. Acostumbrados a hacer desaparecer a sus vecinos, la cúpula militar creyó en la debilidad de la dama de Hierro: un gesto de ignorancia ideado para tapar su propia demolición que, finalmente, la precipitó sin pausa posible.
Margaret Thacher ha hecho mutis por el foro, con la insolencia de un último gesto altanero y brillante, eclipsando con su fallecimiento la actualidad del día y arrojando en el abismo de la vulgaridad a toda la secuela que la sucedió en el cargo.
Por si alguien tenía alguna duda al mirar a esta generación de políticos mediocres, trapisondas y desnortados que nos naufragan en este absurdo que llaman Europa, la escéptica insular se impone sobre ellos hasta en su muerte. Nada como un adversario con el que merezca la pena disputar.
Rafael García Rico